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En todo se admira la inmensa pequeñez de los hombres y el poder de Dios. Si reflexionáramos detenidamente lo poco que somos y valemos, siempre estaríamos prevenidos para recibir la muerte, porque cualquier accidente puede ocasionarla: no es así, sin embargo... ¡Oh! el orgullo humano es grande. El hombre no advierte lo que la Naturaleza le muestra constantemente; esto es, la realidad de lo eterno.

Esas crujías... con vuestra licencia, mejor estaríamos en el aposento del portero. ¿Quién es el hidalgo portador de la carta de su majestad? dijo el frailuco desde la subida de las escaleras ; adelante, hermano, y sígame. Entráos, entráos vos en el aposento del portero, amigo, y hasta luego. Hasta luego.

Todos callábamos: los madrileños, porque una indefinible envidia de aquella tranquila existencia nos hacía contemplar con odio la vida febril de la corte á que estábamos condenados.....; y los salmantinos, porque adivinaban lo que sentíamos y temían acaso ofendernos dándose por entendidos de nuestra emoción ó elogiando aquella solemne paz de la Naturaleza, que no volveríamos á gozar en mucho tiempo..... ¡No; no volveríamos á gozarla, puesto que á la tarde siguiente, á aquella misma hora, estaríamos otra vez camino de Madrid, y puesto que Madrid es una máquina neumática para los mejores sentimientos del corazón humano!.....

De trecho en trecho, el ruido producido por nuestras pisadas nos indicaba pasábamos sobre bóvedas. ¿Qué guardarán estas? ¿Dónde terminará su fondo? ¡Profundos misterios de la divina ciencia impenetrables á la humana materia! Varias veces tuvimos que pararnos á fin de cobrar aliento. Unas cuantas varas más y estaríamos en la línea del vértice.

No puedo ir con niebla por entre esos rompientes. Pero al menos estaríamos en seguridad, en el caso en que los aduaneros bajasen para sorprendernos; y, ¡por Cristo! no podrían aproximarse a la tartana entre esos peñascos y esas olas. Haz poner el puente. El gitano, sonriendo, hizo un gesto negativo que aterró al fraile.

¿Es posible dije á don Pelegrín que tal idea se tuviese entre ustedes del teatro?; ¿que así le tomasen como foco de desmoralización? Según ese sistema repuse, aún estaríamos como el indio Caupolicán. Sepa usted, don Pelegrín, que es un deber para el nombre adoptar todo aquello que puede dar ensanche á su inteligencia. Los progresos materiales....

Doña Carolina se inclinó hacia el oído de su hija Carlota, y le dijo en voz baja, aunque no lo bastante para no ser oída de Mario: Por mi gusto, querida, estaríamos aquí un ratito más; pero ya ves, tu papá acostumbra a retirarse a esta hora... y ahora más que nunca necesitamos tenerle contento, ¿verdad? añadió con un guiño picaresco.

Gracias; es favor replicó ella con gracejo . Y a me parece que el santo es usted. Pero de a usted hay una gran diferencia. Cierto que yo he ganado algunas batallitas contra mis pasiones; pero no he llegado, ni con mucho, al grado de perfección que usted. Disto bastante todavía. Si con padecer se llegara, ya estaríamos en el pináculo, porque yo he padecido mucho, señora.

Porque allí se salvó Buenos Aires, y si no hubiéramos triunfado allí, hoy estaríamos conquistados y perdidos, señor don Pancho dijo mi tía exaltadísima, devolviendo el mate a la mulatilla después de hacerlo roncar con una chupada postrimera llena de vigor, que aplicó a la bombilla.

Era el coche alquilón; a ratos parecía que andábamos tanto atrás como adelante, a modo de quien pisa nieve; a ratos, que estábamos columpiándonos en un mismo sitio, y llegó por fin a ser tan completa la ilusión, que temeroso yo de alguna pesada burla de Carnaval, parecida al viaje de don Quijote y Sancho en el Clavileño, abrí la ventanilla más de una vez, deseoso de investigar si después de media hora de viaje estaríamos todavía a la puerta de mi casa, o si habríamos pasado ya la línea, como en la aventura de la barca del Ebro.