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La futura presidenta olióse desde luego la partida, y un oportuno constipado atroz y empedernido vino a impedirle salir fuera de casa; así se lo notificaba con grande sentimiento y cariñosas frases a su buena amiga Genoveva en una elegante esquelita cuadrada, en cuya esquina se leía, bajo la corona ducal propia de los Grandes de España, su nombre de María.

Faltaba también el tío Frasquito, que, con gran indignación de Currita, no se había tomado el trabajo de disculpar su ausencia; y faltaba Leopoldina Pastor, que la había disculpado tan sólo con una lacónica esquelita, diciendo que un indecente orzuelo le había aparecido en un ojo, poniendola de humor malísimo.

La incógnita quedó, pues, sumida en el pozo del misterio, sin que lograsen sacarla a flote los retorcidos hilos de la conjetura; una esquelita litografiada, que vino, siguiendo paso a paso al oficio de Palacio, encargóse dos días después de tirar de la manta. Los curiosos batieron palmas: ¡Albricias, albricias! Padrino tenemos...

Los doctores tienen siempre gran metimiento con los que gobiernan: en mi país, todos los amigos del Presidente son doctores... Mi pleito se resolvería «sobre tablas», como quien dice, sólo con que el rey enviase una esquelita al gobierno de Buenos Aires, o mejor aún, al gobernador de Salta, diciendo: «¿Qué es esto, señores? Lo dado, dado está, y entre caballeros no está bien faltar a la palabra.

Esta era que la prójima había recibido, por conducto de Patria, una esquelita en que se le anunciaba la reapertura del curso amoroso, interrumpido durante una quincena. «Esta alegría pensaba Maxi , ¿por qué será?». Y comprendiendo por instinto de celoso que echaba un jarro de agua fría sobre aquel contento, dijo a Fortunata: «Ya está decidido que nos iremos al pueblo.

Era de Antonio Robledo, su amigo: le decía en ella lacónicamente que Soledad estaba en su casa y que hiciera el favor de entregarle al dador el baúl. No fué menudo el desengaño al leer la tal esquelita. En sus breves y sencillas palabras creyó notar un dejo de desdén, ó por lo menos indiferencia, que le irritó la bilis.

Ballester, que ya tenía noticia, por una esquelita de doña Lupe, del rudo acceso de aquella mañana, le vigilaba disimuladamente, mirándole por el rabillo del ojo, pero en una de las vueltas que dio al laboratorio, Maxi dejó bruscamente el trabajo y se fue a la calle sin sombrero.

Hay que tomar fuerzas para poder velar y trabajar y atender a todo... Yo tampoco tengo ganas; pero me domino, hija, y como por obligación, porque es preciso». Poco después recibió nuestra amiga una esquelita de Milagros en que le decía que todo se había arreglado al fin satisfactoriamente, y que la esperaba por la noche. La carta respiraba alegría y satisfacción.

Cerca de ella estaba el caballero que iba a ser su esposo. Entregado a tales fantasías, no advertí que los devotos se habían ido, hasta que el sacristán pasó cerca de , sacudiendo un manojo de llaves. Salí, y a poco estaba yo en la casa de don Román. El anciano se disponía a cenar. ¿Quieres chocolate? No es de lo mejor; pero te le ofrezco de buena voluntad. ¿Recibiste mi esquelita? No.

En medio de su verbosidad atropellada, fruto del aluvión tumultuario de sus emociones, díjome algunas cosas fundamentales y henchidas de un espiritualismo conmovedor. Accedió a mi deseo. Y hoy he recibido la esquelita que le adjunto para que usted y su nieto sepan a qué atenerse.