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Actualizado: 28 de junio de 2025


Dos días después, don Evaristo no fue a verla, y en su lugar llegó el criado con una breve esquelita, llamándola. El señor había pasado muy mala noche, y el médico le había ordenado que se quedase en la cama.

Anteayer me pasó una esquelita diciéndome que usted quizá me necesitaría para tratar de un asunto de intereses conmigo, y que procurara servirla lo mejor que pudiera y como si se tratara de él mismo. ¡Figúrese usted, señora marquesa, si aunque no sea más que por este solo motivo y sin contar lo que usted por propia se merece, estaré yo dispuesto a servirla en cuanto esté al alcance de mis posibles!

Pues aquella tarde, después de mucho tiempo de entrar allí con las manos vacías, puso en las de Fortunata una esquelita. Al fin, ¡oh, dicha increíble!... Cuando pudo, leyó la feliz mujer el papelito, en el cual se le citaba a tal hora y a tal sitio para el día siguiente.

Y de tal modo, que se ha permitido escribir á mi sobrina una esquelita, que Herminia me entregó, naturalmente, sin abrir ... Está escrita con un buen estilo la tal esquela ... Podrás leerla, si quieres ... ¡Cómo! ¿Se ha atrevido?... Se ha atrevido.

El hígado me tiene desde ayer molesto y «achicopalado». Ven, charlaremos, y te enseñaré algo que te gustará mucho; unos exámetros que forjé anoche contra esos «sabios» de «La Sombra» y de «La Voz». «Ya sabes cuánto te quiere este tu maestro y amigo Román López». Me dió mala espina la esquelita de mi señor maestro. Desde luego pensé que iba yo a tratar con un hombre de mal carácter.

En aquel momento, un portero entregó al señor gobernador una esquelita perfumada, que parecía ser de una dama coqueta, y era del lindo ministro García Gómez, el elegante de la situación, el dandy de aquel gabinete eminentemente progresista.

Mas era necesario hacer algo en favor de la religión para justificar el lema de la bandera. Con laudable fin escribe una esquelita a un sacerdote amigo suyo, pidiéndole consejo sobre la resolución que ha tomado, dice, de fusilar a todas las autoridades, en virtud de no haber decretado aún la devolución de las temporalidades.

Suéltenlo ustedes: es un santo. En aquel instante entraba en el saloncillo Reynoso con García. Este, para no turbar a su amigo Aldama, había escrito desde la delegación una esquelita a aquél haciéndole saber lo que le ocurría. Don Germán se apresuró a ir allá y afianzarle. Llegaba el buen García feliz, resplandeciente.

Pues el día en que usted necesite el dinero, me pasa una esquelita por persona de su confianza, diciendo cuánto y por qué tiempo; le envío yo la suma en efectivo con el documento para que tenga usted la bondad de firmarle; me le devuelve después... y santas pascuas. No necesita usted incomodarse.

Palabra del Dia

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