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Actualizado: 22 de junio de 2025
Bebieron el espeso vino de Toro traído en odres desde Castilla al través de las montañas que separan á esta región de las Asturias por el propio Martinán que ahora lo servía loando sin cesar su pureza y sus virtudes. Bebieron aún con más placer la sidra de la pomarada de D. Félix.
Y luego veía el bosque espeso, convertido en campo, veía arroyos de sudor regando los surcos, se veía allí, á sí mismo, pobre Tales, arando en medio del sol, destrozándose los piés contra las piedras y raices, mientras aquel lego se paseaba en su coche y aquel que lo iba á heredar, seguía como un esclavo detrás de su señor. ¡Ah no! ¡mil veces no! que se hundan antes aquellos campos en las profundidades de la tierra y que se sepulten ellos todos. ¿Quién era aquel estrangero para tener derecho sobre sus tierras? ¿Había traido al venir de su país un puñado solo de aquel polvo? ¿se había doblado uno solo de sus dedos para arrancar una sola de las raices que los surcaban?
Pálida, con palideces de azucena, aquella carita fina y dulce se hacía casi marmórea por el contraste que producían en ella lo negro de los cabellos y lo espeso de las cejas. Permanecía con la vista baja, con cierto aire gazmoño, sí, gazmoño, que no me causó buena impresión. ¿Cómo hacer para que me dejara ver sus ojos? Vea usted, vea usted.
Mediano rato empleó en sus meditaciones, y al terminarlas, vio sentada ante sí a la mujerzuela que con ojos esquivos y lloricones, a causa del picor producido por el espeso sahumerio, le miraba. Presentándole gravemente las palmas de las manos, Almudena le soltó estas palabras: «Gran púa, no haber más que un Dios... b'rracha, b'rrachona, no haber más que un Dios... un Dios, un Dios solo, solo».
Y allí se sentaron los cinco jóvenes, a gustar en sus tazas de coco el rico chocolate de la casa, que en hacerlo fragante era famosa. No tenía mucho azúcar, ni era espeso. ¡Para gente mayor, el chocolate espeso! Adela, caprichosa, pedía para sí la taza que tuviese más espuma.
Iban subiendo una cuesta y pronto llegaron á un punto elevado desde el cual pudieron ver á la izquierda y detrás de ellos el espeso bosque y hacia la derecha, aunque á gran distancia, la alta torre blanca de Salisbury, cuyas alegres casitas rodeaban la iglesia y se extendían por la ladera.
Caminaron todavía algunos minutos por un espeso maizal que los ocultaba enteramente, y llegaron por fin á un sitio desde el cual vieron á corta distancia el campo donde se celebraba. Era un vasto prado de verde claro, todo circuído de avellanos. El espectáculo que ofrecía era á par sorprendente y deleitoso.
Cerca de la barranca y en el lado de la sierra, había un robledal bastante espeso y de recios troncos. Escaso refugio era aquél y peligroso en sumo grado para defenderse de un enemigo tan formidable como el que se les iba encima a paso de gigante; pero como no tenían otro mejor a sus alcances, a él acudieron sin tardanza.
Los objetos ofrecíanse indecisos y temblorosos, como si hubieran perdido sus contornos, y la luz se filtraba con trabajo por aquel cielo de algodón para sumirse luego en la tierra negra y húmeda. Respirábase en este ambiente espeso, que no hería apenas ruido alguno, cierta calma: pero una calma que oprimía en vez de refrescar el corazón. Volví los ojos hacia la ciudad.
Instalose con Ana en el paraíso, donde se amontonaba inmensa concurrencia, que les metía los pies por la cintura, los codos por las ingles; a duras penas lograron las dos muchachas apoderarse de su sitio; al fin consiguieron embutirse de medio lado en delanteras, y allí se mantuvieron prensadas, comprimidas, sin ser dueñas ni de enjugarse el sudor de la frente. El calor era espeso, asfixiante.
Palabra del Dia
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