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Extráñalo mucho Don Iñigo, y encarga á Don Félix que diga á su compañero, que espera inmediatamente su casamiento con su hija, y que, en caso contrario, ha de darle una satisfacción sangrienta. Don Félix promete hacerlo; vase el anciano, y acuerdan ambos amigos que Lisardo celebre una conferencia secreta con el padre de Laura, y que le descubra sin ambajes la verdad.

Aguardaban su turno para entrar en las dársenas de Buenos Aires, repletas por el tráfico mundial, y esta espera en medio del río, a algunas millas del puerto, prolongábase en ciertas épocas del año semanas y semanas. Los pasajeros del Goethe se despedían previsoramente antes de avistar Buenos Aires.

Nuestro conocido espera la noche para destapar su frasco, y como su sensatez es grande, escoge el cementerio para inviolable teatro de sus borracheras. El cloroformo dilata el pecho a la primera inspiración; la segunda, inunda la boca de saliva; las extremidades hormiguean, a la tercera; a la cuarta, los labios, a la par de las ideas, se hinchan, y luego pasan cosas singulares.

¡Ay! y quizá la Europa, tal vez el mundo, espera de este pueblo la revolucion moral de un principio, la constitucion de un pensamiento, la pauta y la fórmula de un sistema! ¡La Europa y el mundo esperan acaso de esta ciudad una idea, una conducta, un código! ¡Ay! Hubo un tiempo en que yo lo esperaba tambien. ¡No habia estado en Paris!

Volveré si quieres... pero... mejor te acostabas pronto. Mañana vendré temprano. Te advierto que no te he dicho que . Bueno, bueno... adiós. Espera, espera... no me dejes solo... todavía. No te he dicho que ; tal vez... lo piense más y... me decida por seguir el camino opuesto. Pero por de pronto, Víctor, prudencia, disimulo.... Es decir, si no quieres exponerte a una desgracia.

Mabel le dije, sin poner atención en las palabras del rufián, pero retrocediendo para permitirle que pasara, póngase su saco, hágame el favor. Afuera me espera una volanta. El bribón intentó hacer un movimiento para impedirle salir de la habitación, pero en el acto mi mano cayó pesadamente sobre su hombro, y en mi cara leyó mi determinación.

El cumintán es una mezcla de todos los acordes tristes y melancólicos que se conocen en el pentágrama. El cumintán es una balada compuesta de suspiros. Sus notas son otros tantos ayes arrancados en el silencio de la noche, de la mujer que ama, del corazón que espera, del proscripto que tras la azulada bóveda busca cual otro rey del Oriente la estrella que marca el derrotero de su patria.

Pero en fin, ¿está en casa? preguntó al cabo, un poco molesto de aquella risa inmotivada. ¡Pues no ha de estar, señor! ¡A estas horas no ha de estar! exclamó la primera en el colmo de la sorpresa. D. Godofredo no sale nunca después de almorzar dijo otra. Espera a D. Jeremías para tomar café. No hace más que un momento que ha llegado manifestó la última. ¡Ah! ¿Tiene visita?

Se lo pido en nombre de su hijo, en nombre de Carlos, que nos espera, que nos escucha tal vez. ¡Dios mío! exclamó Juanita juntando las manos; ¡por qué no está él aquí para cerrar mis párpados, para recoger mi último suspiro! Y, arrebatada por su amor y por la intensa amargura que sentía, dirigíale la más tierna despedida, hasta el punto de que Isabel y Fernando prorrumpieron en amargo llanto.

Porque témome mucho, lector amigo, que, de ser esto así y si no te mueven mis razones, te espera más de un sobresalto entre las páginas de este libro.