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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Aresti pasó más de una hora de botica en botica y de café en café, solicitado y arrastrado por muchos que le conocían, llamado allí donde guardaban un herido, esforzándose por curar de primera intención, con los medios que tenía á su alcance, á todos los infelices que en brazos de la muchedumbre iban después hacia el hospital.

Don Pantaleón dejó caer el compás que tenía en las manos y le siguió, esforzándose inútilmente en alcanzarle. Corrieron hasta que la fatiga les obligó a detenerse. Volvieron la cabeza, y observando que el desconocido no los seguía, se calmaron un poco. El estallido de unos cohetes les hizo comprender que el pueblo estaba cerca, y se dirigieron hacia el sitio donde sonaban a paso largo.

»El aposento de Carlos daba sobre el torrente, y los criados habían encontrado por la tarde a Gerardo al otro lado del precipicio, asido a las rocas que daban frente a las ventanas de su hijo, esforzándose para distinguirlo. »¡Ay de ! ¡Ni el infeliz anciano ni yo debíamos volver a ver a Carlos! La mañana siguiente Carlos no bajó a la hora del desayuno.

Y le da un golpecito en el pecho para cerciorarse. Una risa fugitiva pasa por los labios de Juan, que reprime en seguida un suspiro, como esforzándose por dominar una emoción. Franz le pone la mano en el hombro: Vas a encontrar una linda cuñada... dice haciendo un chasquido a la lengua y guiñando el ojo. Juan, al oír estas palabras, siente despertar en él el despecho y la cólera.

Abandonan el molino penetrados de una alegría profunda; se trasladan a la balsa para lavarse la cara y las manos, se ayudan mutuamente a limpiarse las ropas, y entran en la casa esforzándose por adoptar la expresión más inocente posible. Sin embargo, Martín no tarda en notar en sus labios leves movimientos que les hacen traición; los amenaza sonriendo, pero no les dirige la menor pregunta.

Por la mañana levantábase agotado, cansado, con las piernas hinchadas y un dolor horrible en todo el cuerpo, y tosía terriblemente durante horas y horas. ¡Qué! ¿Cómo se encuentra usted hoy? le preguntaba el doctor, sentándose a su lado en la cama. Pomerantzev, esforzándose en contener la tos, respondía: Me encuentro admirablemente. ¡Nunca me he sentido tan bien!

No estaban solos; había con ellos una vieja decrépita, cubierta la cabeza con la blanca toca de las caseras vascongadas, esforzándose por cargar en sus hombros, ayudada de los novicios, un pesado haz de leña que había puesto en el suelo para tomar alientos un instante y descansar.

Azorín ha comprendido la realidad y ha bajado a abrir. Era un viejo que le ha saludado cortésmente, esforzándose por sonreír; pero era un esfuerzo penoso. ¿No habéis visto cuando estáis tristes y un niño o una mujer os miran, cómo en su cara ingenua se refleja instintivamente vuestro gesto triste? Pues Azorín, mirando a este viejo, ha puesto también cara triste. ¿Qué quiere este viejo?

Le hacía sufrir como patriota el contemplar á España al margen de la contienda, esforzándose por no saber lo que ocurría en el resto del mundo, encogiéndose con la cabeza bajo el ala, lo mismo que ciertas aves zancudas que creen evitar el peligro no viéndolo.

Esto no es serio; le van á castigar; el cuartel...los oficiales.... Pero ella está ya en el pescante, inclinando hacia el conductor su rostro ceñudo, esforzándose por encontrar un gesto de graciosa seducción. Yo te recompensaré. Llévalos y te daré un beso. Sonríe el soldado débilmente, mirándola á la cara para apreciar el valor del ofrecimiento.

Palabra del Dia

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