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Actualizado: 1 de junio de 2025


Llegaba a confusamente, por rutina, el conocimiento de esa porción de hechos y pequeñeces que constituyen la ciencia y el encanto de la vida campesina; y para aprovechar tales enseñanzas poseía yo todas las aptitudes deseables: salud robusta, ojos de aldeano, es decir, una vista admirable, el oído acostumbrado desde muy temprano a percibir los ruidos más leves, piernas infatigables, y con todo esto gran afición a las cosas que suceden al aire libre, que se observan, que se escuchan, poco gusto por lo que se lee y una curiosidad insaciable por lo que se refiere: las historias maravillosas contenidas en libros me interesaban mucho menos que las consejas y ponía las supersticiones locales muy por encima de los cuentos de hadas.

Andaba yo tras de una perdiz agachadito, agachadito y el ratón se agachaba en efecto, siguiendo su inveterada costumbre de representar cuanto hablaba, porque no llevaba perro ni diaño que lo valiese, y estaba, con perdón de las barbas honradas que me escuchan, para montar a caballo de un vallado, cuando oigo ¡tras tris, tras tras!, ¡tipirí, tipirá!, el andar de una liebre; ¡más lista venía... que las zantellas!

Digo que no pueden ser iguales, porque acaso algo pueda decirse más extensamente, con un relativo aire de novedad de la segunda y de la tercera; de la primera, imposible. Hacer aquí un resumen de su existencia, de todos conocida, sería hacer perder tiempo a los señores que me escuchan.

17 Yo no tengo en el amor Quien me venga con querellas; Como esas aves tan bellas Que saltan de rama en rama, Yo hago en el trébol mi cama, Y me cubren las estrellas. 18 Y sepan cuantos escuchan De mis penas el relato, Que nunca peleo ni mato Sino por necesidá, Y que a tanta alversidá Sólo me arrojó el mal trato

Porque en aquel lugar, lo mismo que en el mundo de la cultura, un hombre á quien los demás escuchan con la sonrisa en los labios y dan el apellido de gracioso, tiene amplias facultades, no solamente para provocar la risa sin ofender á nadie, sino para ser importuno, molesto y hasta grosero donde y cuando le acomode, sin que á nadie se le ocurra darse por ofendido. ¿Y cuál no será la influencia de un hombre de éstos entre los que le rodean, cuando sobre su carácter de gracioso lleva la fama de sabio, como el tío Merlín?

Al cabo de media hora, poco más ó menos, se escuchan ligeros pasos por la estancia; ábrese lentamente la puerta y una voz que aspira inútilmente á ser discreta y suave dice: Señorito... señorito Octavio. ¡Eh!... ¡cómo!... ¿quién va? Soy yo, señorito... ya son las nueve.

Lo cual oído por maese Pedro, cesó el tocar y dijo: -No mire vuesa merced en niñerías, señor don Quijote, ni quiera llevar las cosas tan por el cabo que no se le halle. ¿No se representan por ahí, casi de ordinario, mil comedias llenas de mil impropiedades y disparates, y, con todo eso, corren felicísimamente su carrera, y se escuchan no sólo con aplauso, sino con admiración y todo?

Y hablando del célebre pasto con otros que eran dueños igualmente de tierras yermas y esperaban el momento del riego, no sentían el paso de las horas nocturnas. Experimentaban las mismas emociones de los niños mientras escuchan en la velada el relato de un cuento prodigioso.

Ya pueden los que me escuchan reírse cuanto quieran del traje, si bien no lo harán de la persona porque saben que no lo tolero. Está muy bien dijo Amaranta . Está muy bien ese traje, y sólo las personas de mal gusto pueden criticarlo. Señores, ¿cómo quieren ustedes ser buenos españoles sin vestir a la antigua?

Allí se ven durante todas las horas de las calurosas noches, alegres grupos y tertulias de ellos y ellas, y se escuchan cantos flamencos, notas de guitarras, repiqueteo de palillos, risas y vivos diálogos...

Palabra del Dia

rigoleto

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