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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Algo más lejos, en un claro del parque Maximiliano, una boda de campesinos, lucida y ruidosa, bebía delante de largas tablas colocadas en banquillos, en tanto que un guarda de monte, con uniforme verde y escopeta en mano, en la actitud de un hombre que dispara, enseñaba a manejar ese maravilloso fusil de aguja, que con tanto éxito empleaban los prusianos.
Batistet, en tanto, con una prudencia precoz, cogía la escopeta y á la luz del candil la secaba, limpiando sus cañones, esforzándose en borrar de ella toda señal de uso reciente, por lo que pudiera ocurrir. La noche fué mala para toda la familia. Batiste deliró en el camón del estudi.
Aún acarició a su hijo el día que le vio entrar en el patio, escoltado por don Andrés, con el título de abogado. Le regaló su escopeta, una verdadera joya, admirada por todo el distrito, y un magnífico caballo.
Barret iba detrás, intentando perseguirle, sujeto y contenido por los fuertes brazos de unos mocetones, desahogando su rabia contra aquel bruto que le impedía defender lo suyo. «¡Pimentó»!... ¡Lladre!... ¡Tórnam la escopeta!... ¡Pimentó!... ¡Ladrón!... ¡Devuélveme la escopeta!...
Tienes razón dijo Iriondo con melancolía. ¡Si al menos pudiese ir todos los días al monte con la escopeta, á cazar chimbos!... Pero hay que despachar cinco ó seis barcos por semana. Tu primo quiere tragarse el mundo y todos trabajamos como negros... Además, nos hacemos viejos, Luisillo.
Don Víctor le había seguido de lejos, entre los árboles; había levantado el gatillo de la escopeta sin pensar en ello, por instinto, como en la caza, pero no había apuntado al fugitivo. «Antes quería conocerle». No se contentaba con adivinarle. A pesar de la escasa luz del crepúsculo, cuando aquel hombre estuvo a caballo en la tapia, el dueño del parque ya no pudo dudar.
Este niño tiene que ser un gran cazador. ¡Mire usted qué manos, Clara! Verá usted... es capaz de alzar una silla en peso. Y le hacía coger con sus manecitas una silla y le alzaba con ella sin que el chico la soltase. ¿No lo decía yo? Bastaba ver estas muñecas. ¡Tan fuerte como su mamá! En cuanto pueda coger una escopeta me lo llevo a la dehesa. Ya verá usted qué buena cuenta da de las perdices.
También estimaba mucho a Meléndez Valdés y no poco a Inarco Celenio. Había venido a Vetusta de beneficiado a los cuarenta años; treinta y seis había asistido al coro de aquella iglesia y podía tenerse por tan vetustense como el primero. Muchos no sabían que era de otra provincia. Además de la poesía tenía dos pasiones mundanas: la mujer y la escopeta.
Su cólera, quebrantada al fin por tan horrible tensión, empezó á desvanecerse, y Batiste, repitiendo su rosario de insultos, sintió de pronto que su voz se ahogaba hasta convertirse en un gemido. Al fin rompió á llorar. Ya no injurió más al matón. Fué poco á poco retrocediendo hasta llegar al camino y se sentó en un ribazo con la escopeta á sus pies.
Suponíales muy tranquilos y de color de cera dentro de aquella caja que llevaba un tío cualquiera al hombro, como se lleva una escopeta. «Aquí es» dijo Guillermina, después de andar un trecho por la calle del Bastero y de doblar una esquina. No tardaron en encontrarse dentro de un patio cuadrilongo.
Palabra del Dia
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