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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Lo procuraré ... Tenga usted cuidado ... alguien viene. Roussel volvió la cara hacia el césped y se volvió á dormir. El que llegaba era Bobart, con una escopeta al hombro. ¡Cómo! señor Bobart; ¿caza usted? dijo Herminia con volubilidad para distraer al abogado, que miraba con desconfianza al hombre echado al lado del foso. Sí, señorita; me distraigo matando maricas.
Además tenía en su cuarto de la casa de huéspedes una magnífica escopeta, regalo de su padre, y la nostalgia de los huertos le hacía pasar muchas tardes en el tiro del palomo, donde era más conocido que en la Universidad.
Apenas concluía la contadora su cuento, cuando entró el guarda, que sin decir palabra, se acercó á ellas, puso su escopeta á su lado, se apoyó en el pilar del pozo, y se puso á picar un cigarro. Varmen se sintió desconcertada y fatigosa con la presencia de aquel hombre que la repelía, y tuvo deseos de alejarse. ¡Esquiva! dijo el guarda; ¡eso es de casta! Varmen permaneció callada.
Tiene un fulgor de cólera en las pupilas, en las manos de marfil añoso la escopeta, y su barba se derrama sobre el pecho, trémula y blanca.
Era tan hombre como los cazadores selváticos de Colmenar, gentes duras y amigas de la pólvora, que perseguían a los guardas de árbol en árbol, hasta encerrarlos en sus casuchas. La noche que el Mosco salía con escopeta y dejaba en casa el hurón, la turba de inocentes dañadores estremecíase de inquietud y de orgullo. Aquel era un hombre.
Los ojos de Batiste, habituados á la lobreguez de la bóveda vegetal, vieron con toda claridad á un hombre que, apoyándose en la escopeta, salía tambaleándose de la acequia, moviendo con dificultad sus piernas cargadas de barro. Era él... ¡él! ¡El de siempre!
El momento es grave, ¡grave!... vea usted a ese cristiano que se retuerce y pierde su sangre. A la risa espantosa del gitano se unió el ruido del mar, que ascendía, y empequeñecía cada vez más el espacio donde se oprimía aquel puñado de hombres. Los contrabandistas se persignaron temblando. Uno de ellos tomó su escopeta y la dirigió contra el gitano.
El perro indignado ante aquel recibimiento tan poco hospitalario, gruñó sordamente, enseñándole al mismo tiempo su robusta dentadura y su encendida boca. ¿Estará rabioso? se preguntó el hombre. Y dándose él mismo una respuesta afirmativa, le arrojó el palo con fuerza y entró en la casa gritando: ¡Un perro rabioso!... ¡Mi escopeta, mi escopeta!
"El tercero: para hallar agua fresca, si es posible, con hacer pozos ó cualquier otro modo, y cuando llueva á llenar todas las pipas y barriles, y para tenerlos afuera del sol para que no se caigan en piezas, y tambien que no se descubran por los indios. "El cuarto: para no ir muy lejos de la casa, sin tener cada hombre su escopeta ó trabuco bien limpio y cargado pronto.
Iba á labrar la tierra con la escopeta al hombro; él y sus criados se reían de la soledad en que les dejaban los vecinos; las barracas se cerraban á su paso, y desde lejos les seguían miradas hostiles.
Palabra del Dia
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