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Actualizado: 30 de abril de 2025
La cabeza es la parte más noble de «todas las cosas naturales y artificiales, la más adornada y de mejor hechura, de donde procede la influencia a los otros miembros del cuerpo». ¿Y dónde estaba la cabeza de la tierra?... En el ignorado Austro, en el Sur, como le ocurre al árbol, que, aunque tiene la cabeza oculta abajo, no podría extender las ramas, con sus frutos y pájaros, si esta cabeza dejase de enviarle su nutrición y su fuerza.
Se figuraba la tienda vacía, los anaqueles desiertos, mostrando su fondo de color de chocolate, como nichos preparados para sus muertos.... Y veía el hogar frío, sin una chispa entre la ceniza.... ¡Quién pudiera enviarle a aquel pobre viejo la taza de té por que suspiraba en su extravío; o caldo caliente... algo de lo que sirve a los enfermos y a los ancianos en sus desfallecimientos!
El entraba en quinta dentro de unos meses. Podía el emperador arreglar sus asuntos como mejor le pareciese. Desnoyers renunciaba al honor de servirle. Vaciló un poco al acordarse de su madre. Pero sus parientes del campo no la abandonarían y él tenía el propósito de trabajar mucho para enviarle dinero. ¡Quién sabe si le esperaba la riqueza al otro lado del mar!... ¡Adiós, Francia!
¡Por vía de los gatos!, ¡miren quién habla de corazón y de entrañas! replicó Momo ; la que dejó morir a su padre en manos extrañas, sin acordarse del santo de su nombre ni de enviarle siquiera un mal socorro.
Lo único que pareció molestarle, fue que a raíz de la proclamación de la República, los entusiastas del doctor quisieran enviarle diputado a la Constituyente del 73. ¡Diputado aquel loco, cuando él, el amigo y agente de tantos ministros moderados, no había osado nunca pensar en el cargo por el respeto casi supersticioso que le inspiraba! ¡Aquello era el fin del mundo!...
Si alguno fuera capaz de devolvernos a Magdalena, lejos de hacer lo que esos clientes que le prometen a uno la mitad de su fortuna para enviarle luego veinticinco luises por medio de un lacayo, yo, al salvador de mi hija, le diría: Es usted el Dios de la medicina y suyos son la gloria, la clientela y los honores que yo le he usurpado y que usted solo merece.
Yo cedí en parte a sus lágrimas, en parte a mis propios sentimientos que me decían que no podía haber más allá de aquella amistad apasionada e inocente... Ella me lo agradeció besándome como loca las manos y yo salí por donde había entrado. Apenas había puesto el pie en la arena del camino cuando me volví para enviarle un último beso, murmurando: ¡hasta mañana!
Le había anunciado que Margaret sólo estaba enferma, para horas después enviarle un segundo telegrama con la terrible noticia de su muerte.... Y el telegrama estaba allí al alcance de su mano. Pero el telegrafista, un jovenzuelo de ojos maliciosos, le miraba sonriente, y se adivinaba en su sonrisa algo que tal vez tenía relación con el despacho.
No olvida cuando éste dispone enviarle a una parroquia apartadísima, especie de destierro, donde vivirá completamente alejado del mundo. Es una parroquia de montaña, más montaña que los Pazos, al pie de una sierra fragosa, en el corazón de Galicia.
¿Pregunta su mersé por er Naranjero? interrumpió la solícita esposa . Pues no tiene más que torser a la derecha, saliendo de aquí; toma la callesita primera... El guitarrista la atajó de mal humor, mandándola callar. No se trataba de ir yo en persona a casa del Naranjero, sino de enviarle una tarjeta... Todo aquello me humillaba cada vez más.
Palabra del Dia
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