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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Temblad, si no respetáis las autoridades y las leyes. Y temblad, si no desistís de ese loco empeño de cautivar la libertad de los pueblos, mientras exista. JUAN FACUNDO QUIROGA. San Juan, septiembre 7 de 1831. Mi estimado señor: Tengo el gusto, para satisfacer a su pedido, de enviarle un ejemplar de la Vida de Facundo Quiroga, reputado generalmente como el escrito más peculiar mío.

Bueno, señor cura, ayer recibí una carta suya. Está bueno, no se queja, sólo dice que no hay Kroumirs allá... ¡Pobre muchacho! yo he hecho algunas economías este mes, y podré enviarle diez francos. Le enviaréis treinta... Tomad... ¡Veinte francos! ¡señor cura, me dais veinte francos! , os los doy... ¿Para mi hijo?

Cada año escribía a su hermana para que vendiese un campo, y en unos cuantos voló toda la fortunita que el doctor había heredado de sus padres. La pobre doña Pepa, siempre tan buena, hasta vendió la casa que era de los dos hermanos, para enviarle el último dinero y se trasladó al huerto, desde donde viene con un sol horrible a misa y a las Cuarenta horas.

Al comenzar el invierno de aquel año, la madre, ansiosa de ver a su hijo en el regazo de la Iglesia, resolvió apresurar sus estudios para enviarle, en cuanto fuera posible, al «Colegio del Arzobispo», en Salamanca.

La contestación del portero le había dejado confuso. ¿Qué significaba aquello? ¿Cristeta en piso interior y con entrada miserable? ¿Cómo tan gran dicha por tan ruin camino? Tal vez el siervo enlevitonado hubiese recibido discreta orden para enviarle por la escalera de servicio. ¡Oh mujer, cuán grande es tu prudencia que a todo atiendes y remedias!

Cipriano ensaya entonces sus artes mágicas, recientemente aprendidas; preséntasele una figura con las facciones de Justina, pero el poder del Demonio sólo alcanza á enviarle su imagen aparente; corre detrás de la fantasma, le arranca el velo que la cubre, y encuentra el esqueleto de un muerto que le anuncia lo transitorio de todas las cosas terrestres.

Llegó en esto la noche, y con ella el punto determinado en que el famoso caballo Clavileño viniese, cuya tardanza fatigaba ya a don Quijote, pareciéndole que, pues Malambruno se detenía en enviarle, o que él no era el caballero para quien estaba guardada aquella aventura, o que Malambruno no osaba venir con él a singular batalla.

Pero jamás llegaría á ese punto, jamás; me calumniáis. Quiero creerte, porque hasta ahora, si has sido traidor y ladrón, no has sido asesino. En muestra de ello, quiero las pruebas, las pruebas del crimen de Calderón; las pruebas para enviarle al cadalso. No hay pruebas. Vive la mujer del cocinero mayor, y aunque prófuga, se la buscará, se la encontrará, se la sujetará á la prueba del tormento.

Dos años hace era tan robusto como usted, pero sus enemigos consiguieron enviarle á Balábak para trabajar en una compañía disciplinaria y allí le tiene usted con un reumatismo y un paludismo que le lleva á la tumba. El infeliz se había casado con una hermosísima mujer... Y como un coche vacío pasase, Simoun lo paró y con Plácido se hizo conducir á su casa de la calle de la Escolta.

, muy extremoso replicó Butrón , pero también muy atolondrado. ¿A que no te pone señas ningunas?... No, ningunas... Pues ya ves, a tampoco me las ha dejado, y me precisa enviarle ciertas instrucciones que después de su marcha he recibido... Por eso venía a preguntarte esta noche si sabías dónde paraba.

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