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Actualizado: 8 de julio de 2025


Esa fama goza repuso Castro un poco inquieto ya. Tiene muchos admiradores. ¿No es usted uno de los entusiastas? ¿Quién se lo ha dicho a usted? Nadie; lo supongo. Hace usted bien en suponerlo. Su tía es, a mi juicio, una de las señoras más hermosas y distinguidas de Madrid.... Vaya, hasta otro rato, Esperancita. Y le alargó la mano con un aire displicente que hirió a la niña.

El más pequeño de los niños chocó contra la diestra del torero un hocico rojo, recién frotado por la madre con motivo de la visita. Gallardo le acarició la cabeza con distracción. Uno de los muchos ahijados que tenía en España. Los entusiastas le obligaban a ser padrino de pila de sus hijos, creyendo asegurar de este modo su porvenir.

Yo que habia escuchado entusiastas descripciones de Lisboa; que la imaginaba pomposamente gallarda, con el arrullo del Tajo á sus piés; que á juzgar por lo que de su belleza habia leido dibujaba en mi fantasía un cuadro de Paris, desperté con disgusto de mi sueño al aspecto de la ciudad, no obstante verla por su lado mas pintoresco, desde el mar, sobre el Tajo, á sus piés, y á la luz de un hermoso sol naciente.

Cuando sus entusiastas llegaban con algún periódico taurino que «venía ardiendo», lo que significaba siempre ataques para sus rivales de profesión, Gallardo lo daba a leer a su cuñado o a Carmen, y escuchaba con sonrisa beatífica, mascullando el puro. ¡Eso está güeno! Pero ¡qué plumita de oro tienen esos niños!...

Jamás un rey de España pisó el suelo de la América para mostrar en su persona el símbolo, la forma encarnada del derecho divino. ¡Virreyes ridículos, ávidos, sin valor a veces para ponerse al frente de pueblos entusiastas por la dinastía, acabaron de borrar en la conciencia americana el último vestigio de la veneración por el personaje fabuloso que reinaba más allá de los mares desconocidos, que pedía siempre oro y que negaba hasta la libertad del trabajo!

Recibió, además, de su familia y amigos tan entusiastas felicitaciones con motivo de tan magnífica alianza, y vio tantos celos y enojos en los ojos de las otras madres rivales, que tuvo suficiente motivo para fortificarse en su determinación. El señor de Maurescamp fue, pues, aceptado.

Cada comensal tenía frente a cinco o seis copas, que dos criados se encargaban de ir llenando sucesivamente de diversos vinos, según los manjares que se servían. A nadie sorprenderá, pues, que al terminarse la comida hubiese brindis entusiastas, precedidos de discursos elocuentísimos y acompañados de gritos, bravos y felicitaciones de todo género al orador.

Montero recitaba sus famosos endecasílabos. La Flor de un día terminaba en medio de calurosos aplausos; la concurrencia evacuaba aquel antro que se llamaba teatro y en la puerta estallaban los vivas entusiastas y patrióticos del pueblo.

Poníase Barbarita de parte del desterrado príncipe, y como el sentimiento tiene tanta parte en la suerte de los pueblos, todas las mujeres apoyaban al príncipe y le defendían con argumentos sacados del corazón. Jacinta dejaba muy atrás a las más entusiastas por D. Alfonso. «¡Es un niño!»... Y no daba más razón. Teníase a mismo el heredero de Santa Cruz por una gran persona.

En fin, después no encuentra más que almas sordas y refractarias; la amistad le olvida, el amor le hace traición, la sociedad le rechaza; se da cuenta de que todos los lazos están a punto de romperse: se rompen en efecto; ¡y, dichoso él si también cede a esta hecatombe! Desde entonces no veo más que egoístas que han conseguido insensibilizar su corazón y entusiastas que lo agotan en quimeras.

Palabra del Dia

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