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Actualizado: 28 de junio de 2025
Ahora hacen unos ciminterios de vivos que les yaman barrios pa obreros... y cuando subimos a Madrid... ¡es pa esto! ¡Te debemos la vida! dijo una voz aún entrecortada del terror. ¡Adiós, señora!
En el alivio andaban de su luto, harto aliviado desde el primer día, cuando el abuelo, que en virtud de su avanzada edad y de sus incurables padecimientos, había consentido en cambiar su soledad por la compañía de sus hijos, llamando a la nieta a su gabinete una mañana, la dijo con voz entrecortada y sepulcral: Me muero, sin remedio, antes del mediodía.
Se habían quedado todos sumidos en un silencio molesto, durante el cual la galante sonrisa de Fernando siguió fija en el turbado rostro de la niña de Luzmela, y entonces la señora instó a su hijo a subir, ponderando con entrecortada voz, muy fingida y lacrimosa, los anhelos que sentía de verle a su lado y recrearse con su presencia.
¡Ah, mal corazón! ¡Mala hermana!... ¡Y cuán poco te conocía! Estos reproches de Fermín, dichos con voz entrecortada, como si fuese a llorar, causaron más efecto en María que las amenazas y violencias de antes. Fermín... quería ser muda para que no sufrieses; porque sé que la verdad te hará daño. ¡Ay, Jesús mío! ¡Destrozarles el alma a los dos hombres que más quiero!...
Había olvidado absolutamente todo cuidado por su dignidad, y como una ninfa ebria, llenaba el soto con los estallidos de su alegría casi convulsiva. Golpeaba sus manos, y á través de sus carcajadas, gritaba con voz entrecortada: ¡Bravo, bravo, señor de Bevallan! ¡Lindísimo, delicioso, pintoresco! ¡Oh, Salvator Rosa!
La via que tomamos en Zuric gira por una comarca de alegres y pintorescas planicies hábilmente cultivadas, salpicadas de lindos bosques, pueblos y cortijos, y entrecortada por graciosas colinas que algunas veces ofrecen las proporciones de pequeñas montañas.
Yo, trémulas las manos, trémula el alma, llevando entre mis brazos á la hermosa mujer amada, iba siguiendo el ritmo de alegre danza que modulaban las cadencias dulces de la guitarra. Y tras de muchos años, muchos, de amarla, por la primera vez á sus oidos mi voz llegaba; mi voz, que, balbuciente y entrecortada, se confundia con las notas trémulas de la guitarra.
Me parece que aún tengo alguna influencia sobre ella. Así es que le ruego y espero que no tome más cartas en este asunto, sino que, como hombre y como caballero, no ose estorbarla en su camino. Además, tengo grandes deseos... Aquí las palabras se atravesaron otra vez en la garganta del maestro, y la frase quedó entrecortada.
Después, pasando sobre su frente la mano temblorosa como para concentrar sus pensamientos, se puso a hablar ligero con voz entrecortada: ¿Eres tú, Juan?... ¡ah! sí, yo sabía bien que serías tú quien me sacaría de este agujero... fuera de las tinieblas... tú tienes un brazo robusto... robusto... sí, sí, yo te esperaba... yo sabía que tú vendrías... ¡oh! ¡qué mal estaba, qué mal!... pero ya estás aquí... quita esa piedra... aquí, aquí, sobre mi pecho, sobre mi cabeza.
Sí ... ya me acuerdo. ¡Qué día! ¿Sabes que me echaron porque decían que había entrado un hombre en la casa? ¿Sabes? ... ¡Qué malas son! ¿Y no entró? Sí entró, sí ... ¿pero yo qué culpa tenía? Ellas dicen que entró por mí. ¡Qué malas son! ¿Y no entró por ti? ¿Por mi? contestó Clara con la voz entrecortada y muy débil. ¿Por mi? Después se detuvo como recordando, y dijo: Sí, por mi.
Palabra del Dia
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