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Actualizado: 6 de junio de 2025
Su conversación giró al poco rato sobre el dinero y la nueva vida que les esperaba allá. ¿Qué pensaba hacer Concha al desembarcar? ¿Tenía algún amigo en aquella tierra?... Pero la muchacha rio con una inconsciencia valerosa. Nadie la esperaba, ni ella necesitaba apoyo alguno. Entraría en Buenos Aires como en su casa; lo mismo que si hubiese nacido allí.
Estaba muy fija en él la idea aquella de las dos honradeces, en algunos casos armonizadas, en otros no. Habló Fortunata poco y vulgar; todo lo que dijo fue de lo menos digno de pasar a la historia: que hacía mucho frío, que se le había descosido un mitón, que aquel llavín parecía la maza de Fraga, que al volver a casa entraría en la botica a comprar unas pastillas para la tos.
El Capitán Juan de Funes estaba de guardia en él; fué á Don Alvaro y díjoselo: respondióle que tenía miedo de los enemigos y por eso venía con ese mensaje. El Juan de Funes le dijo que ya él sabía cómo él peleaba, y salióse enojado diciendo que no entraría más en su casa ni le daría aviso de nada.
Teresina, a quien esperaba para muy pronto una colocación de señorona allá en cierta administración de bienes del amo, casada con un buen mozo, Teresina la había enterado de lo que ella no había podido observar y adivinar, le había abierto los ojos y llenado la boca de agua; Petra comprendía que la casa del Magistral era el camino más seguro para llegar a casarse y ser señora o poco menos.... La ocasión había llegado; después de la romería de San Pedro creía ella que todo era cuestión de semanas, de esperar una oportunidad; Teresina saldría pronto bien colocada y entraría ella en su puesto.... Pero no fue así; el Magistral no volvió a solicitar a Petra; cuando tuvo que hablarla, no fue para asuntos que a ella directamente le importasen, fue... ¡qué vergüenza! para comprarla como espía.
También salió este joven a ver la ciudad. Vio el letrero en la puerta del palacio del rey. Se sentó en una piedra cerca de la puerta pensando si entraría o no. Después de algunos 40 momentos se presentó una vieja que ofreció ayudarle. Ella preguntó si era rico. El contestó que tenía tres barcos, uno de oro, uno de plata y otro de seda. La vieja respondió:
Los autos voluminosos se cubrían de polvo en la mesa, y don Esteban había de preocuparse de las fechas, para que el abogado no dejase pasar los términos del procedimiento. Su hijo, su Ulises, sería otro hombre. Le veía gran civilista, como su padrino, pero con una actividad positiva heredada del padre. La fortuna entraría por sus puertas como una ola de papel sellado.
Ya le he dicho á usted que esas comitivas me parecen muy indecentes, y si esa niña quisiera prestarse á ser escándalo de la Corte, no entraría más en esta casa. Por parte suya, no dudo que consintiera, porque es tan aficionada á coquetear por ahí, que si la dejaran había de estar todo el día en la calle detrás de los hombres. Pero no ... no me hable usted de eso.
Esta desviación en su camino la consideraba oportuna para cumplir las recomendaciones de prudencia que le había hecho ella. Entraría en la calle de Alicia por su parte alta, desprovista de casas. Así evitaba el cruzarse con los vecinos que á estas horas descendían al centro de Monte-Carlo.
Su meditación de religioso se quebrantaba con sus cavilaciones de hombre, y si la enérgica voluntad o el temor al peligro traían la oración a sus labios, entre los severos pensamientos del sagrado rezo se deslizaba un nombre de mujer, penetrando su imagen alegre y bulliciosa entre las austeras reflexiones, como entraría una maga en un coro de monjes.
Aceptó las proposiciones del canónigo. Ella entraría en casa de don Fermín el día que fuese necesario salir del caserón de los Ozores, pero entre tanto prestaría allí sus servicios bien pagada, mejor pagada de lo que podía pensar. El canónigo sabría todo lo que pasaba; si doña Ana recibía visitas, quién entraba cuando no estaba don Víctor o se quedaba después de salir el amo, etc., etcétera.
Palabra del Dia
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