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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Comenzó a recordar a Granada con enternecimiento, asegurando que allí se divertía la gente mucho más que en Sevilla. No dijo en qué. Traía a la memoria algunos episodios bastante ñoños de su niñez, que yo escuchaba con aparente atención, respirando, al fin, libremente, al verla distraída.
Fué una de las pocas veces en que Clementina lloró de enternecimiento y no de despecho. Pero en los días siguientes, aunque subsistió vivo en ambas el recuerdo de esta escena tierna, también quedó el del motivo que la había producido. Clementina sentíase avergonzada al presentarse delante de su madrastra.
Se había dejado sorprender.... Pero, ¿quién hubiera temido?... Y su cólera, como siempre, iba a estrellarse contra Bonis. El cual tuvo que desistir de sus ensayos de enternecimiento a dúo con motivo del próximo y feliz suceso, porque Emma, ni en broma, toleraba que se hablase del peligro que corría como de acontecimiento próspero.
Liette se acorazaba contra todo enternecimiento y se encerraba en una impasibilidad feroz. Blanca sufriría sin duda. ¿No sufría también ella en su amor, en su orgullo, en todas las fibras de su ser, con un sufrimiento comparable al que hubiera experimentado viendo al altivo soldado que era su padre condenado a la degradación militar?
Marenval miró á la joven con enternecimiento. Sí, ya sé, María, que usted no ha transigido y ha desterrado de su corazón á todos los que no hicieron causa común con usted en aquellas terribles circunstancias. Anoche hablé con un hombre que amaba á usted tiernamente y al que usted alejó sin piedad... La fisonomía de la señorita de Freneuse se puso sombría.
Estaban casi sin sentido, en pie, en mitad del paseo; deliraba; la luna y la tiple se le antojaban en aquel momento una misma cosa; por lo menos, dos cosas íntimamente unidas.... Volvió a creer, como la noche del primer préstamo, que le faltaban las piernas; en suma, se sentía muy mal, necesitaba amparo, mucho cariño, un regazo, seguridades facultativas de que no estaba muriéndose. «Iba a ahogarse de enternecimiento; esa era la fija», pensaba él.
Al verla, debió pasar un soplo de enternecimiento por el corazón de la irritada hermana; destacose del grupo, y viniendo hacia ella, la echó los brazos al cuello diciendo: No llores, Chonchita, no llores. Pero al pronunciar estas palabras lloraba también. La cabecita rubia y la morena estuvieron un instante confundidas. Rodeáronlas las amigas, y ni una sola dejó de verter lágrimas.
«Yo que amaba a esta mujer exclamaba con enternecimiento, arrimando el garrote a la pared. ¡Yo que amaba a esta mujer como esposa y no como sierva, según manda el apóstol San Pablo!... ¿Tú has leído al apóstol San Pablo?... ¡Qué habías de leer tú, gran vaca!...» El vino era muy bueno, casi puede decirse que era lo único bueno en este establecimiento, y eso que no paraba mucho en la bodega.
María se ruborizó á estas palabras de su hermano, pero no apartó los ojos de Tragomer y dibujó en sus labios una sonrisa. Volvió en seguida á Jacobo á quién no se cansaba de ver, de tocar y de besar. Marenval, apoyado en la pared de la cámara presenciaba esta escena conmovedora sin tratar de contener su enternecimiento.
La joven se aproximó aún más y gravemente puso los labios en el blanco rostro de su madre. Si aquel beso tuvo propósito de llegar al corazón, cosa que debe ponerse en duda, se quedó en la mitad del camino. La noble dama no lo sintió llegar. Su frente se arrugó. De sus ojos se borró la expresión de enternecimiento.
Palabra del Dia
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