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Actualizado: 24 de septiembre de 2025


De modo que, cuando regresaba de lo de don Eleazar, encontraba en don Benito Cristal un verdadero amigo, con quien me desahogaba contra mi mala suerte y lamentaba el tiempo que mis tíos me habían hecho perder. Don Benito era un carácter. En la arrogancia de su porte se reflejaba toda la entereza de su alma.

que frenéticamente enamorado de doña Juana, legítima esposa del rico labrador D. Gregorio, la persigues con audaz imprudencia y procuras triunfar de la virtud y de la entereza con que ella se te resiste.

No se oponga usted a esta divina voluntad, pues voluntad divina es en este momento la mía. La señora de Rumblar reflexionó, miró al techo, después a , luego a su hija, y al fin exhalando un hondo suspiro, dijo: La dignidad y entereza tienen su límite, y la razón no puede a veces resistir a las súplicas del sentimiento y la piedad reunidos. Asunción, puedes ir a ver a Inés. Te llevará D. Paco.

Sus compañeros le habían abandonado, como suele decirse, en las astas del toro. Aquí le faltó su entereza y sólo pudo responder tartamudeando: El vino, P. Prior... verdaderamente... no tiene nada... ¿qué ha de tener?... Nada... Mas... digamos que... conviene distinguir... El vino será bueno, es muy bueno... pero... mis compañeros... los frailes... son unos canallas.

Algo se derrumbaba dentro de ella, y perdiendo toda entereza, rompió a llorar como un niño a quien le descubren una travesura gorda. Doña Lupe se vanaglorió mucho de aquel cambio de tono, que consideraba obra de sus facultades persuasivas. Fortunata se dejó caer en una silla, y más de un cuarto de hora estuvo sin articular palabra, oprimiendo el pañuelo contra su cara.

Y como se sintiesen maravillados todos de su valor y entereza, diéronle doce soldados que mandase, y con ellos combatiese en el lugar del esquife, que era el de mayor peligro.

Es que D.ª Robustiana está llorando y dice que su marido no va á Langreo, sino á Bimenes en busca de una viuda que se llama Celedonia manifestó con graciosa entereza la chica. D. Félix abrió los ojos sorprendido y al instante brilló en ellos una sonrisa maliciosa. ¡Este Regalado! exclamó sacudiendo la cabeza con amable condescendencia.

Pasaron muchos días, recibió otras e hizo lo propio, sin contestar a ninguna: mas la violencia que esta entereza le costaba iba poco a poco aumentando. En vano se había condenado voluntariamente a no saber de él: rompía las cartas, pero no lograba acallar los antojos de su fantasía.

Era dotado de castidad tan angélica, que murió con la entereza virginal, sin empañarla ni aun con la más leve sombra de mancha; antes viéndose en un clima en que domina la lascivia tanto, y entre gente muy disoluta en la deshonestidad, alcanzó del cielo que aquellas tentaciones y estímulos á que había de estar sujeto, ó por universal pena del pecado ó por maligna sugestión del enemigo infernal, se le conmutasen en otra materia, de suerte que no fuese tentado de perder esta preciosa joya, y entre tanto no le faltasen enemigos domésticos que vencer.

Pues haz cuenta, Anselmo amigo, que Camila es fínisimo diamante, así en tu estimación como en la ajena, y que no es razón ponerla en contingencia de que se quiebre, pues, aunque se quede con su entereza, no puede subir a más valor del que ahora tiene; y si faltase y no resistiese, considera desde ahora cuál quedarías sin ella, y con cuánta razón te podrías quejar de ti mesmo, por haber sido causa de su perdición y la tuya.

Palabra del Dia

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