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Actualizado: 24 de septiembre de 2025
Si no hubo más que la oficiosidad y destreza de Antoñona y la debilidad con que D. Luis se comprometió a acudir a la cita, ¿para qué forjar embustes y traer a los dos amantes como arrastrados por la fatalidad a que se vean y hablen a solas con gravísimo peligro de la virtud y entereza de ambos? Nada de eso.
Para prueba de lo cual ya sabes, ¡oh Sancho!, por experiencia que no te dejará mentir ni engañar, cuán fácil sea a los encantadores mudar unos rostros en otros, haciendo de lo hermoso feo y de lo feo hermoso, pues no ha dos días que viste por tus mismos ojos la hermosura y gallardía de la sin par Dulcinea en toda su entereza y natural conformidad, y yo la vi en la fealdad y bajeza de una zafia labradora, con cataratas en los ojos y con mal olor en la boca; y más, que el perverso encantador que se atrevió a hacer una transformación tan mala no es mucho que haya hecho la de Sansón Carrasco y la de tu compadre, por quitarme la gloria del vencimiento de las manos.
En fin..., está bien... Ya lo oyes, Luisa, te abraza, con efusión. Luisa se precipitó en los brazos de Catalina, y ambas mujeres se besaron; la labradora, a pesar de la entereza de su carácter, no pudo contener dos gruesas lágrimas, que siguieron los surcos de sus mejillas. Luego, tranquilizándose, dijo: ¡Vamos, vamos; todo marcha bien!
El señor de Lerne pensó en esta circunstancia, con entereza, pero, aunque no se sintiese intimidado, ni se creyese un hombre muerto, no dejó de conocer, que iba, sin embargo, a afrontar un gran peligro. Hizo sus disposiciones, en consecuencia.
Señora respondí con perplejidad , aquel instante fue tan breve y usted me suplicó con tanta precipitación que saliese de la casa, que nada observé que me disgustara. Pues sí, puedes creerlo. Yo sé que Inés no te ama ya afirmó con una entereza tal que se me hizo aborrecible en un momento mi hermosa interlocutora. ¿Lo sabe usted? Yo lo sé. Tal vez se equivoque. No: Inés no te ama.
Puede haber algo bueno para tí; sí, para tí solo, porque tú eres el profundamente ofendido, y tienes el privilegio de poder perdonar. ¿Quieres abandonar ese único privilegio? ¿Quieres rechazar esa ventaja de incomparable valor? Basta, Ester, basta, replicó el anciano médico con sombría entereza. No me está concedido perdonar. No hay en mí esa facultad de que hablas.
Estas amistades de influencia, siempre perjudicial á la recta administracion de justicia, son en Manila un efecto casi necesario de la corta poblacion española , de la falta de todo recreo ó distraccion pública, y de que con la laxitud del clíma, y de las costumbres y halagos del pais, se entra en una vida regalona y blanda, y se pierde aquella entereza y enerjía de las costumbres europeas á los pocos años de residencia en las Islas.
» ¡Mala yo, hija de mi vida! exclamé bajo la sensación de un escalofrío mortal . Pues ¿no me conoces todavía? ¿No sabes lo que te quiero..., cómo te trato?... » ¡No es eso, no, lo que yo te pregunto! añadió con una entereza y una decisión que me aterraron : te pregunto si es verdad que eres mala, pero mala... de otro modo..., ¡mala mujer!
Parecía querer hablar al joven de alguna cosa importante, y no atreverse por no tener confianza en su discreción. Después de la llegada de Lázaro á la casa, tío y sobrino no habían hablado nada de política. El fanático creyó que su protegido no era capaz de tener entereza y tesón para sostenerse en sus creencias.
Y con tan poca entereza como mi amo, el oficial inglés no se cuidó de disimular su inmensa pena: cubriose la cara con las manos y lloró, con toda la expresiva franqueza del verdadero dolor, al jefe, al protector y al amigo.
Palabra del Dia
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