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Diciéndolo, iba sacando de la cesta pan, tortilla, carne fiambre y una botella de vino. Enumeraba las provisiones, creyendo que así le despertaría el apetito, y como argumento final le dijo: «Si te empeñas en no comer, me enfado, y no vuelvo más a verte.

En cambio sus cabellos dorados eran rizosos y le caían con mucha gracia por la frente; sus manos y sus pies más delicados y breves que los de Nieves; y, sobre todo, tenía a menudo, casi constantemente, un ceño, cierto fruncimiento del entrecejo que no era de enfado y prestaba a su fisonomía un matiz picaresco extremadamente simpático.

Todo el día y toda la tarde estuve en compañía de Mary. Por la tarde, después de comer, cuando fuí a casa de Recalde a buscar a mi novia, me encontré con Quenoveva. Le pregunté por su padre, el gran Urbistondo, y por toda la chiquillería, y, aunque ella se oponía y se ruborizaba, la abracé efusivamente. A Mary no le hizo mucha gracia el abrazo que di a su amiga, pero se le pasó pronto el enfado.

¡Guarda ese papel, bruto!... Ya me temía yo tus protestas... Es para tus hijos y para que descanses. No hablemos más, ó me enfado. Luego, para vencer sus escrúpulos, abandonó el tono violento y dijo con tristeza: Carezco de herederos... No que hacer de mi fortuna inútil. Y repitió una vez más, como una queja contra el destino: ¡Estoy podrido de dinero!...

Sin embargo, la severidad de sus opiniones no reñía con cierta bondadosa transigencia en asuntos sentimentales. Y así, como Lucía le hiciera comprender el mutuo interés que tenían Adriana y Julio, desapareció instantáneamente todo su enfado. Y el señor Lagos, agregó, puede acabar de explicar a la señorita Adriana la escultura griega. Ambos entraron en una de esas salitas que están a trasmano.

¡Ah! yo pudiera haceros un gran señor exclamó Velasco con las pupilas iluminadas por misterioso pensamiento. ¿A ? ; pero temo no guardéis el secreto como importa. ¿Veisme acaso cara de moro? respondió Ramiro con enfado. Pues bajemos a la plaza e os lo diré.

De suerte que, cuando el labrador le volvió a preguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mesmas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mesmo modo que él había leído la historia en La Diana, de Jorge de Montemayor, donde se escribe; aprovechándose della tan a propósito, que el labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades; por donde conoció que su vecino estaba loco, y dábale priesa a llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con su larga arenga.

Si les educaran, es decir, si les corrompieran torciendo el natural curso de sus instintos, yo quisiera ver dónde se quedaban Pitt, Talleyrand, Bonaparte, y todos los grandes políticos de la época. Amigo le dije sin poder reprimir mi enfado me da compasión verle a usted entre esta desgraciada gente, y más aún oírle encomiar su triste estado.

El tío presentía el suceso dijo Maltrana alegremente . De enterarse a tiempo, hubiera sido capaz de pedir su parte de colores. El recuerdo de las caricias le hizo juntarse, enlazar sus brazos, caminar apoyados uno en otro, mirándose con ojos en los que aún brillaba el fuego de las recientes sensaciones. Feli olvidaba su enfado.

Pero como era incapaz de un enfado prolongado, cambió de parecer al llegar a la puerta y dijo con gracioso aturdimiento lanzándose a abrazarle: Ya me desquitaré mañana; te confisco por todo el día. Aprobado respondió Raúl alegremente.