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Actualizado: 1 de junio de 2025
¿A qué pronunciar ahora su nombre? Es que como todo tiene una causa en este mundo, el estado en que os encontráis la tiene, y esta causa es el duque de Lerma. ¿El duque de Lerma tiene la culpa de que yo me haya enamorado de él?
No os habéis equivocado, hija mía dijo el confesor de Felipe III ; se os ha traído aquí con engaño... mi carácter de religioso me vedaba entrar en vuestra casa. El engaño, sin embargo, ha sido cruel. Sin él hubiera yo venido... pero ya está hecho; continuad, señor, continuad; os escucho. Os encontráis en unas circunstancias gravísimas.
Ahora... y el alférez se retorció el otro mostacho y dió una entonación singular á su voz si encontráis en mí impertinencia... es distinto, caballero... decídmelo para que yo sepa á lo que debo atenerme, y obrar como obrar deba.
Yo soy en efecto, dijo doña Guiomar, y dígoos a lo de la disculpa que en el que fue vuestro enamorado encontráis, que no la merecía; que no una locura de amor le llevó a punto de ofenderme, sino un apetito desordenado y asqueroso; y no pasión tuvo por mí, sino empeño tenaz por el que olvidó hasta el último vislumbre de su honra; que no atreviéndose a insistir en sus solicitudes, temeroso de un nuevo y más grave castigo, tiró a vengarse, y como no tenía de qué, porque la justicia que se sufre no da ni puede dar lugar a la venganza, quiso deshonrarme propalando contra mí inauditas calumnias, que por fortuna mía acabaron donde empezaron.
Al sentir los pasos del cocinero mayor, dejó la actitud en que se encontraba para tomar otra más decente. ¿Habéis comido bien, sobrino? dijo el cocinero. Es la primera vez que he comido, tío contestó el joven. ¿Os encontráis fuerte? Sí por cierto. ¿De modo que embestiríais con cualquiera aventura?
Recogió los papeles, los guardó cuidadosamente en lo interior de su ropilla y en sus bolsillos el aderezo de su madre. Luego dijo levantando los ojos hacia el cocinero mayor: Señor Francisco Montiño, me pesa mucho el no poder seguir llamándoos tío; pero no lo sois y me veo obligado á tener paciencia. ¡Obligado á tener paciencia, Dios de bondad, y os encontráis casi un príncipe!
Pasais adelante del zaguan, y os encontrais en un patio cuadrado y claustrado, en cuyos cuatro costados se levanta el edificio, cubierto por una alta cúpula de cristal que lo hace parecer un invernáculo. Desde la base hasta la cúpula de cristal se proyectan en todo el interior del patio-salon tantos órdenes de balcones continuos y claustrados cuantos pisos tiene la casa.
Pero he aquí que ¡por todos los santos del paraíso! mientras que estáis agarrados a la borda, se abre de pronto una escotilla y os encontráis frente a la nariz con una docena de anchos esmeriles cargados hasta la boca de balas, clavos y lingotes que, como usted puede suponer, hacen un fuego del infierno y matan por lo menos a las tres cuartas partes de sus hombres.
Expulsando con indignada energía del espíritu humano aquella falsa concepción de la igualdad que sugirió los delirios de la Revolución, el alto pensamiento contemporáneo ha mantenido al mismo tiempo, sobre la realidad y sobre la teoría de la democracia, una inspección severa que os permite a vosotros, los que colaboraréis en la obra del futuro, fijar vuestro punto de partida, no ciertamente para destruir, sino para educar el espíritu del régimen que encontráis en pie.
Y en cuanto a lo que decís del hilo que necesitáis para salir del laberinto en que os encontráis perdido, dígoos que bien podéis valeros del hilo de oro que tenéis en las manos, y él os sacará a buen puerto. ¿Pero no sabéis, hermosa señora mía, contestó Cervantes, que el hilo de oro, cuanto más rico es, por no tener mezcla de ningún otro metal, es más quebradizo?
Palabra del Dia
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