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A la mañana siguiente por la mañana se encontró con Mina en la cubierta de los botes. Había dejado a su hijo en el gimnasio y fue hacia Ojeda, ruborosa y encogida, vacilando en su saludo, temiendo tal vez un cambio de carácter, un arrepentimiento, después de la noche anterior.

Buscaba te la echar al sombrero. No me hizo daño la flor replicó Ramiro, pero vuestra risa. ¡Calla! Reía del gozo de verte a un palmo de . Yo me estuve encogida cabe la reja, e no me catabas. Volviendo a la cuadra del baño, ella extendiose de pechos en la alcoba, ofreciendo a Ramiro una almohada para sentarse. Platicaron largo tiempo. Era para el mancebo un coloquio extraño, casi fabuloso.

Mientras Lucía sintió el peso de la mojada ropa y la prensión del calzado húmedo, mantúvose también muda y encogida, tiritando, creyendo escuchar aún el redoble de los truenos y sentir los picotazos de las múltiples agujas de la lluvia en sus mejillas. Poco a poco la suave influencia del calor fue desatando sus miembros entumecidos y paralizada lengua.

Llegó la noche: Marta seguía respirando. Con la boca muy abierta, los ojos empañados cubiertos de una capa de mucosidades, me miraba fijamente. Su cuerpo parecía achicarse cada vez más, yacía todo encogida: casi parecía que no se atrevía a ocupar en la muerte el lugar, muy modesto sin embargo, que ocupaba en vida.

Pues yo haré que con tu pena avives, Y tengas el hablar á buena suerte, Pues eres de los nuestros, no te esquives De hablarme y responderme, mira, advierte Que si callas, haré que con tu mengua Sueltes la atada y encogida lengua. Rocia el cuerpo con el agua amarilla, y luego le azota con un azote. Espiritus malignos, no aprovecha?

Entre las parroquianas de la casa había una joven que los dependientes designaban con el apodo de «la beatita». Era una criatura tímida, dulce, encogida, que hablaba con los ojos bajos y sonreía a cada palabra, como pidiendo perdón.

Y digo, señor, que si pudiera pintar su gentileza y la altura de su cuerpo, fuera cosa de admiración; pero no puede ser, a causa de que ella está agobiada y encogida, y tiene las rodillas con la boca, y, con todo eso, se echa bien de ver que si se pudiera levantar, diera con la cabeza en el techo; y ya ella hubiera dado la mano de esposa a mi bachiller, sino que no la puede estender, que está añudada; y, con todo, en las uñas largas y acanaladas se muestra su bondad y buena hechura.

»Pues cate usted ahí, que de repente, y sin que nadie se lo mandase, suenan a la par más de mil instrumentos, trompetas, pitos y unos violines tamaños como confesonarios, que se tocaban para abajo. ¡María Santísima, y qué atolondro!, yo di una encogida que fue floja en gracia de Dios. Pero ¿de dónde salió tanto músico? preguntó su madre. ¿Qué yo?, habría leva de ciegos por toda España.

La compañera era una jovencita de ojos claros y virginales, encogida y tímida algunas veces y otras con audacias de colegiala revoltosa. En el buque llevaba siempre la cabeza al descubierto, libre de velos y sombreros, dejando que flotase su tupida cabellera, de un rubio obscuro, suavemente ondulada.

El maestro permaneció de pie contemplando la encogida y pequeña figura a medida que se alejaba vacilante por el camino, aguardó hasta que hubo pasado el pequeño camposanto y alcanzado la cima de la colina, en donde se volvió y se detuvo un instante como un átomo de sufrimiento perfilado entre las lejanas y apacibles estrellas que pueblan el infinito.