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Actualizado: 12 de julio de 2025
¡Dice que no está enamorado y la compara con la Virgen!... Creo que la pobre siente mucho no tener un hijo. Visita encogió los hombros, y después de pasar algo amargo que tenía en la garganta, dijo con voz ronca y rápida: Que lo tenga. Mesía disimuló la repugnancia que le produjo aquella frase.
¡Más de una hora! suspiró la joven inclinándose con un ademán lleno de gracia hacia el niño, cuya pura frente se humedeció con una perla que le hizo fruncir la bonita nariz como un gatito molestado por una mosca. ¡Qué hermoso es! Y cómo se parece a ti... Raúl se encogió de hombros irreverentemente. Palabra de honor, Juana, creo que estás loca.
El capista se encogió de hombros; Isagani de mala gana le siguió. El P. Fernandez, aquel fraile que vimos en Los Baños, esperaba en su celda grave y triste, fruncidas las cejas como si estuviese meditando. Levantóse al ver entrar á Isagani, le saludó dándole la mano, y cerró la puerta; despues se puso á pasear de un estremo á otro de su aposento. Isagani de pié esperaba á que le hablase.
Siempre las ponía formando columna. ¿Cuánto llevas perdido?... Ella encogió los hombros, haciendo un mohín desdeñoso: ¡Quién puede saberlo!... Vengo aquí hace más de doce años. Ni los del Casino llegarían á calcular el dinero que les he dado. Antes no llevaba yo cuenta alguna; cuando me hacía falta dinero telegrafiaba á París.
Clara le miró con asombro unos instantes y luego se encogió de hombros. El marquesito vino gozoso a traerle una linda flor de un azul muy vivo. ¡Esta sí que es hermosa! Hasta ahora no he hallado otra mejor. Clara tomó la flor, pero en cuanto el marquesito volvió la espalda para ir en busca de otras, Tristán se apoderó de ella y la dejó caer al suelo.
El director se encogió de hombros: S. E. lo había prohibido, ¡porque si se llegaba á divulgar que siete dioses mayores se dejaron robar y sorprender por un cualquiera mientras blandían tenedores y cuchillos, peligraba la integridad de la Patria!
Después brilló sobre su cabeza el relámpago de un sable, y el joven se encogió aún más para evitar el golpe. Pero nadie le tocó. Pasaron algunos segundos que le parecieron de interminable duración, sin que su cuerpo sufriese ningún choque.
Doña Paula supo por el Chato, a quien se lo contó un mozo del restaurant del Casino, cuanto se había hablado en la cena inaugural, y lo que pretendían aquellos señores. Cuando el Magistral oyó a su madre que se había gritado: «Muera el Provisor» encogió los hombros, se levantó y salió de casa.
¡Ya pareció aquéllo! dijo el joven con despecho, muy molestado por la agria reprensión. Pues si quieres que no te diga ciertas cosas, procura callarte otras. Pepe Castro se encogió de hombros con superior desdén y se alzó de la silla. Dió algunas vueltas distraídamente por la estancia y paró al fin delante de un cuadrito, que descolgó para sacudirle el polvo con el pañuelo.
Palabra del Dia
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