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Actualizado: 15 de junio de 2025


Y el nombre del maestro Durand, el artillero-cirujano-calafate de a bordo, resonaba desde el puente a la cala, dominando el ruido y el tumulto inseparables de un combate tan encarnizado como el que se libraba entre la corbeta y el brick; y, en efecto, a cada andanada que enviaba, El Gavilán temblaba y crujía en su armazón, como si hubiese estado a punto de abrirse.

Haríais muy mal dijo alarmada la duquesa, que no se olvidaba un momento de que importaba á su hijo la libertad de Quevedo. ¿Que haré mal en prender á un tan encarnizado enemigo mío? ¿Ignoráis lo que ha hecho don Francisco? De ningún modo. Nos ha hecho mucho daño. No importa, es preciso que don Francisco esté seguro en Madrid. ¡Para que nos haga libremente la guerra...! Os lo pido yo.

Escribir la crónica de sus hazañas, de sus venganzas, de sus manejos, fuera cuento de nunca acabar. Para que nadie piense que sus proezas eran cosa de risa, importa advertir que algunas de las cruces que encontraba el viajante por los senderos, algún techo carbonizado, algún hombre sepultado en presidio para toda su vida, podían dar razón de tan encarnizado antagonismo.

Entendía que me vería mejor transformado, con un brillo más vivo para ennoblecer mi posición. Todo se mezclaba así entre los estímulos que me aguijoneaban. El encarnizado recuerdo de Magdalena zumbaba en el fondo de mis ambiciones y momentos había en que no me era dado distinguir en mis prematuros ensueños de poderío, lo que emanaba del filántropo y lo que procedía del enamorado.

Traduciendo la famosa catilinaria de Cicerón que comienza con aquel exabrupto: Quousque tandem abutere, Catilina, patientiâ nostrâ, nadie consiguió darle gusto: todos los hallaba tímidos, encogidos, cobardes, al pronunciar los vehementes ataques del Senador romano: «Hijos, para comprender bien lo que sería este modelo de exabruptos en boca del príncipe de los oradores, es preciso figurarse la indignación y la cólera que se apoderaría de él al ver entrar por las puertas del Senado a su más encarnizado enemigo, al procaz y libertino Catilina; es preciso verle dar un salto en la silla, levantarse descompuesto, el rostro pálido, los cabellos en desorden, la mirada fulgurante.

Situáronse á un cuarto de legua del pueblo, y al amanecer del siguiente día se vieron brillar á lo lejos las bayonetas de los franceses. La guerrilla les hostilizó con fuegos esparcidos: al principio, los franceses vacilaron con la sorpresa; mas repuestos un poco, atacaron á los nuestros. El combate fué encarnizado. Elías y Chacón se miraron con angustia.

Sucre entonces colocó su fuerza al otro lado de la cordillera del Chimborazo en el pueblo de Mocha, situado en el paralelo de Riobamba, y ambos ejércitos continuaron su camino hasta que, encontrándose en Guachi el 12 de Setiembre, trabaron un encarnizado combate; el jefe republicano, á pesar de su valor y de la mortandad causada al enemigo, resultó vencido con pérdidas de consideracion.

La de José y otros pobres de su clase echaba de menos los bienes pasados, y deploraba los males presentes, sin definir su origen. Quedaba el escribano, que era un descarado bribón, como suele haberlos en los pueblos pequeños; acérrimo defensor del partido triunfante, y lo que es peor, perseguidor encarnizado del vencido; animal maléfico y hostil, que sólo se domesticaba con plata.

Para defenderla a ella, para seguir a su lado, tendría que luchar con su madre, que era el más encarnizado enemigo, perder su cariño, atropellarla tal vez. ¡Oh, no! ¡qué horror! Ya había bastante con aquella crueldad filial que entenebrecía su pasado. ¿Era acaso un ser funesto, nacido para corromper con su nombre lo más santo, lo más puro? No, resígnate, corazón mío.

Palabra del Dia

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