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Diana, hermana del muerto, y á consecuencia de una profecía que anuncia á su padre su casamiento con su más encarnizado enemigo, ha sido guardada por su padre en un palacio inaccesible, y se ha prometido para esposa á quien quiera que haga sucumbir al matador de su hermano.

Si observa bien, verá que esa arena no carece de vida, puesto que aquí y allá agítanse buen número de rezagados sorprendidos por el reflujo. Algunas playas esconden ciertos pececillos, y en la embocadura de los ríos se agita la anguila debajo produciendo pequeños terremotos. El cangrejo, muy encarnizado en sus festines así como en la lucha, ha querido, si bien un poco tarde, alcanzar el mar.

Acometiéronse los dos ejércitos con enemigo furor, no bien apareció en el Oriente la mañana, i durante todo aquel dia, mantúvose dudosa la victoria. La noche con sus sombras separó á los contrarios, é hizo suspender el encarnizado enojo i matanza. Salido el sol, acompañado de rayos, embistiéronse nuevamente; pero con la misma fortuna: ni favorable ni adversa para ambos ejércitos.

No se trata de convencer, sino de vencer; el amor propio se interesa en la contienda, y conocidos son los infinitos recursos de este maligno agente. Lo que favorece se abulta y exagera; lo que obsta se disminuye, se desfigura ú oculta: la buena fe protesta algunas veces desde el fondo del alma; pero su voz es ahogada y acallada como una palabra de paz en encarnizado combate.

Cuando al fin alcanzó el más encarnizado de mis enemigos, aquél con quien contara al mundo mi historia convirtiendo mi valor en hazmerreír de perversos e ignorantes, aquél cuya péñola implacable hace irrisión de mis nobles pasiones y befa de mis mejores hazañas, he aquí que lo hallo enfermo, postrado y agonizando, por obra y gracia de los pérfidos encantadores que me persiguen, y que no han querido que vengue de una vez por todas sus burlas y ultrajes, para eterna gloria de mi nombre.

Desde aquella noche el P. Gil no soñó con otra cosa. La fiebre del apostolado le encendió de tal modo que no dejó rincón vacío en su cerebro para otro pensamiento. Dentro de él entablose una lucha sorda entre el deseo vivo y ardiente de ennoblecer su vida con la conquista de un enemigo encarnizado de la Iglesia, y el miedo desapoderado, loco, que sin saber por qué le inspiraba.

A pesar de la inferioridad de número y de posición de nuestras tropas, todo anunciaba que se iba a trabar un combate tan encarnizado como el primero, y los valerosos paisanos, lo mismo que los soldados de línea, ardían en generoso anhelo de morir, si era preciso, por rematar con una épica tarde la mañana gloriosa. Pero la Providencia, como he dicho, estaba de nuestra parte.

Si airado un padre forma llanto ó queja, No para provocar el pueblo á risa Le interrumpa el plebeyo, que graceja; Que así nuestra piedad, por tan preciosa Obligación, socorre al afligido, Como naturaleza nos lo avisa... El adversario más encarnizado y constante de las comedias y del teatro de su tiempo, fué Cristóbal Suárez de Figueroa.

El médico conocía, pues, que para su enfermo él no era ya un amigo íntimo y leal, sino su más encarnizado enemigo; de consiguiente, era natural que una parte de esos sentimientos tomara forma visible.

No solamente no trataba de disculparse, sino que insistía con encarnizado empeño en confesar su error, se acusaba acerbamente, aumentaba el peso de su propia responsabilidad para tratar de substraerse a un pensamiento muchísimo más mortificante. Era en vano. Quería pensar en que su amor había muerto a esa mujer, para no creer que ella no había sido merecedora de su amor.