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Actualizado: 31 de mayo de 2025


De pronto se repelieron los dos con el empellón de la sorpresa, procurando al mismo tiempo reparar el desorden externo de sus personas. Al otro lado de la puerta, Sebastiana golpeaba la madera con los nudillos, pidiendo licencia para entrar.

Así vagó Ulises sobre los océanos, como el rey de Itaca sobre el Mediterráneo, guiado por una fatalidad que lo alejaba de su patria con rudo empellón cada vez que se proponía regresar á ella. La vista de un buque anclado junto al suyo y próximo á partir con lejano destino era para él una tentación que le hacía olvidar la vuelta á España.

Quiere probar si la carne de alguna de aquellas manzanitas coloradas es tan dulce y sabrosa como parece, y suele encontrarse con un mojicón de cuello vuelto ó con algún empellón que le hace dar con sus huesos en el mullido césped.

Dos hombres decentemente vestidos, pero dando gritos y risotadas de borrachos, volvieron la esquina del pabellón y emparejaron con Currita y con Jacobo ante la tercera ventana; el más alto pegóse a la acera, y el más bajo llamóse a la corriente, dejándoles pasar por en medio... Hubo entonces una terrible escena de un segundo: Currita sintió que un brutal empellón le arrancaba violentamente del lado de Jacobo; que otra mano vigorosa tiraba del embozo de este, que caía al suelo al pie de la ventana, y algo líquido y caliente brotaba como de un surtidor, chorreándole las ropas y las manos.

Se desprendió vivamente de aquellos amorosos lazos y la rechazó, dándole un fuerte empellón. Soledad retrocedió tambaleándose, tropezó con una silla y dió con su pesado cuerpo en el suelo, hiriéndose con la esquina del mostrador en la sien. Velázquez no acudió á prestarle socorro. La dejó tendida en el suelo y subió á encerrarse en su cuarto. El columpio.

Y no pudiendo soportar la vergüenza dió un soplo al candil, un empellón á Jacinto y atrancó la puerta apresuradamente. El mozo de Fresnedo tornó á ver las visiones de antes, pero mucho más brillantes, mucho más deslumbradoras. Y como estaba deslumbrado comenzó á marchar trompicando por el camino pedregoso en dirección á su pueblo. Los viejos se habían ido á la cama. Flora hizo lo mismo.

Soltola, en efecto, pero fue para echarle los brazos al cuello y apretarla contra su pecho, loco, perdido de amor, aplastando sus labios con besos brutales, frenéticos. La dama forcejeó rabiosamente para desasirse, y lo logró, haciendo tambalearse a su marido de un empellón. ¡Te he dicho que no quiero, que no quiero! le gritó con voz colérica.

Aprovechó Narcisa aquel momento para darle con saña un empellón, y la niña fué a caer de rodillas cerca de una mesa, sobre la cual una lámpara vaciló, quebrándose. Es una loca dijo Narcisa, avenida de pronto con su madre en tranquila conversación. , una loca; hija de su padre había de ser repitió la señora.

¡Es mi marido! Carola, fingiendo tremenda ira, comenzó a gritar: ¿Marido? Embustera, vieja, estantigua, si lo que paece usted es la estampa de las cuarenta horas. Y vuelto el rostro hacia dentro, añadió: Quintinito, hijo, mono, sal y pega un empellón a esta fiera.

Retrocedían los polizontes sin dejar de hacer frente al formidable empellón, al mismo tiempo que, por la fuerza de la costumbre, llevaban la mano al sable y comenzaban a extraerlo de la vaina antes de que lo mandase el jefe. Muchos de ellos parecían quejarse con los ojos de la pérdida de tiempo que suponían los diálogos del capitán con los manifestantes. ¿Qué hacían que no pegaban?

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