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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Será esta una lucha que durará mientras vivamos; hay en vos, Dorotea, una fuerza tal para conmigo, que me siento arrastrado; vuestro amor es un amor tal que me enloquece; os miro, y paréceme que no sois una criatura mortal; para una fría despedida yo no hubiera venido, os lo aseguro, y os aseguro también, que si no alcanzo completamente vuestro amor, vuestra confianza, vuestra alegría, vuestra posesión... mirad, Dorotea, estoy embriagado, loco; no me desesperéis hasta el punto de que ponga á prueba vuestro amor.

Despidióla con larga propina. Al abrir después con mano trémula la carta, percibió el perfume de sándalo que Venturita usaba. Ofrecióse súbito a su imaginación la imagen hermosa provocativa de la niña, y removió las últimas fibras que en su ser aun no habían vibrado. Acercóla a los labios, y embriagado y palpitante de deseo, la besó con frenesí repetidas veces. ¡Pobre Cecilia!

No se dió razón de la razón de aquel lujo, aturdido por él. Dorotea, como mujer y como atavío, se le había subido á la cabeza; le había embriagado.

Dios quiere por estos medios, probar la fortaleza del hombre; y el premio de la constancia no siempre se hace esperar todo en la otra vida. Que si esto sucede una que otra vez, ¿es acaso lijera recompensa el descender al sepulcro con el alma tranquila, sin remordimiento, y con el corazon embriagado de esperanza?

Os lo entregaré esta noche en la reja de vuestra ventana le dijo en voz baja y con precipitación. Al dar las doce salió María de su cama con pasos cautelosos, después de asegurarse de que su marido yacía en profundo sueño. Stein dormía, en efecto, con la sonrisa en los labios, embriagado con el incienso que había recibido aquella noche María, su esposa, su alumna, la amada de su corazón.

El sol no puede penetrarla con sus rayos, y al pasearse uno por allí, embriagado por mil perfumes, entre las filas de colosales olmos y otros árboles, cuyos troncos son las columnas de la mas suntuosa bóveda, y codeándose con los grupos de hombres y mujeres en cuyas fisonomías se ve la expresión del árabe, no puede menos que evocar todos los recuerdos de la historia de Granada.

La inmensa renovación de las cosas había embriagado los espíritus; sólo lo posible parecía quimérico. La Edad Media desapareció en el abismo de los siglos pasados, y, para los hombres empezaba una nueva era, más libre y feliz.

¡Olvidarte, olvidarte yo, vida mía! Y don Juan, embriagado, la besó en la boca. ¡Adiós! exclamó Dorotea entre un beso ardiente. ¿Por qué me dices adiós, alma mía? Me llama mi esposo dijo sonriendo siempre Dorotea. ¡Tu esposo! ; acabo de desposarme... con quien estará eternamente conmigo y yo eternamente con él.

Cuando salía de mi clase estaba como embriagado con una deliciosa embriaguez. ¡Cómo me despreciaba en seguida, Dios mío...! Muchas veces estuve a punto de correr aquí para rogarle que me librara de esta tarea, de la que era indigno. Fuí cobarde y continué. Soy el mal sacerdote de la religión académica. ¡Eso es, señora...!

Disponed de : yo soy vuestro... yo os amo dijo don Juan embriagado. Y en aquel momento, olvidándolo todo, asió con sus dos manos la hermosa cabeza de Dorotea y la besó en la boca. ¡Oh! ¡qué horror! exclamó la joven poniéndose en pie de un salto ; ¡qué crueldad! ¡qué daño me habéis hecho tan terrible! Y arreglándose el manto, se dirigió á la puerta y llamó. ¿A dónde vais, Dorotea? dijo don Juan.

Palabra del Dia

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