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Actualizado: 3 de junio de 2025


En tales momentos su elocuencia era sincera; cuando traía entre ceja y ceja un argumento, cuando se esforzaba en demostrar por su a+b teológico-racional cualquier artículo de fe, hablaba con calor, con entusiasmo.

Y fray Anselmo subió al púlpito, desde el cual proclamó, con su calurosa palabra de vidente, la necesidad de extirpar en España hasta las últimas raíces de herejía, si se deseaba salvar el reino... Tan extraña y arrebatadora fue su elocuencia, que todos lloraron.

No muchos días después de haber llegado a Madrid con el fin de seguir la carrera de leyes, fui invitado por uno de mis condiscípulos para entrar en cierta Academia o Ateneo escolar, donde algunos jóvenes estudiosos se adiestraban en el arte de la elocuencia.

En aquel momento, Maximiliano, exaltado por su propia elocuencia, se dejó decir: «La única razón que me dan es que si ha sido o no ha sido esto o lo otro. Respondo que es falso, falsísimo.

Los solemnes ojos del enfermo miraron los de la mujer con una expresión verdaderamente desusada. La vida y la inteligencia parecían luchar para volver a aquella tosca y arrugada cara. Magdalena volvió otra vez sobre nosotros sus negros ojos y sus blancos dientes sonriéndose con una elocuencia singular. ¿Este pobre impedido es?... preguntó el juez con indecisión. Juan dijo Magdalena.

El suceso fué un bien asentado golpe de revés en la pecadora boca, que dió con el orador y su elocuencia en tierra, y volviéndose el caído y todo el concurso a ver de qué mano se había disparado el ballestazo, vieron salir por delante de todos el airado cuanto venerable Gerif, quien buscando con la vista al alcalde para encomendarle sus quejas, así como tropezó con él, así le dijo: No creyera yo que donde estáis vos tomara, en son de reprimenda, la palabra persona tan mezquina de condición como de menos valer por su ejercicio, y tanto más tratándose de agravio con persona de mi calidad.

Más de diez veces les habló Martí a fuerzas cubanas en guerra y siempre les dejó la mente en alto y el alma contenta. ¡Todavía viven algunos de los que oyeron a caballo y con la mano a la cintura su elocuencia arrebatadora: todavía viven algunos de los que le vieron sin cansancio y sin fatiga andando con el rifle al hombro por las montañas agrias, por los pedregales ásperos, por los ríos creídos, por las ciénegas espantables.

Aquella noche la elocuencia de don Juan era maravillosa, y su ternura exquisita; a pesar de lo cual Cristeta tardó pocos minutos en notar que estaba caviloso. Traía fruncido el entrecejo y sus miradas denotaban mal disimulada preocupación. ¿Qué tienes? le preguntó cariñosamente. Nada. Me engañas, algo te pasa. No, mujer. Es claro; como no soy nada para ti...

Sin , la familia de La Tour de Embleuse no sería más que un montón de polvo en la fosa común. ¡Yo se lo he dado a usted todo, padre, madre, marido, hijo y la vida, y se atreve usted a decirme en mi cara que estoy en su casa! ¡Es preciso ser bien ingrata! Era difícil contestar a esta elocuencia salvaje.

¡Qué lástima no ser poeta épico para expresar, con la elocuencia propia del caso, el enojo de D.ª Laura, el cual, si no rayaba tan alto como la ira de los dioses, hallábase a dos dedos de ella! Todo por que la señorita Isidora no se conducía decorosamente. Don José estaba profundamente afligido por no poder lanzarse a la defensa de su querida ahijada.

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