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No en distinto sentido pudo afirmar Tocqueville que la poesía, la elocuencia, las gracias del espíritu, los fulgores de la imaginación, la profundidad del pensamiento, «todos esos dones del alma, repartidos por el cielo al acaso», fueron colaboradores en la obra de la democracia, y la sirvieron, aun cuando se encontraron de parte de sus adversarios, porque convergieron todos a poner de relieve la natural, la no heredada grandeza, de que nuestro espíritu es capaz.

En algunas de sus asambleas, invitada a emitir opinión, lo hizo con tanto ingenio y elocuencia, había tal fuego y al mismo tiempo tanta discreción en sus palabras, que los conjurados vieron en la hermosa joven un ángel enviado por Dios para sostener su fe y hacerles persistir en sus grandes propósitos.

Así, cuando aparece un joven como Llot, que a un corazón puro y a una piedad ardiente une el talento, la ilustración, la elocuencia... ¡Padre, por Dios! exclamó Godofredo angustiosamente.

Ya nos has dejado a mamá y a ir solas a Jersey... Y te lo has perdido... ¿Por qué? Porque hubieras encontrado a una antigua amiga, que tenía el privilegio de excitar tu elocuencia a falta de tu admiración... miss Dodson, y miss Dodson sin anteojos. Aunque preveía la alusión, la frente del joven se obscureció con una sombra.

Esta confidencia fue necesariamente una operación lenta y difícil, porque la pobre elocuencia de Silas no era secundada por la facilidad de comprensión de Dolly, a quien su limitada experiencia del mundo exterior no le daba clave alguna de las costumbres extranjeras. A causa de esto, toda idea nueva era un motivo de sorpresa que los hacía detenerse en cada punto de la narración.

Sobre esta última, sin duda la más importante, casi se puede sostener que nada se ha escrito, ó por lo menos nada que exceda de los límites de un reducido compendio. Bouterweck, en su historia de la poesía y de la elocuencia, libro de mucho mérito, discurre sobre este punto con notable ligereza, disculpable, en verdad, atendiendo á los escasos materiales de que disponía.

Después el gobernador dirigió desde el tablado la palabra al pueblo, y aunque su discurso no llegó a más de tres o cuatro metros de distancia, el pueblo comprendió en seguida con admirable instinto que rebosaba de elocuencia y se entusiasmó de un modo frenético.

Un día, en que a ella se le antojó que tenía una inflamación del hígado... en el bazo, fue en busca de su esposo y le encontró en su alcoba tocando la flauta. Su indignación no encontró palabras; allí no había elocuencia posible, a no ser la del silencio... y la de los hechos. «Ella muriendo de un ataque al hígado y él... ¡tocando la flauta!». Aquello merecía testigos, y los tuvo.

Clara no hubiera hablado con tanta elocuencia; pero de seguro pensaba y decía interiormente cosas parecidas. La devota se sonrió al concluir su homilía, acontecimiento rarísimo que hubiera sorprendido á todos, si la preocupación de aquellos momentos les hubiera permitido repararlo.

"Es de deplorar continuó el militar reforzando su elocuencia con un poco de mímica, es de deplorar que los primeros derechos concedidos por la libertad sean mal empleados por algunos hombres. El hábito de la libertad es uno de los más difíciles de adquirir y tenemos que sufrir los desaciertos de los que por su natural rudeza tardan más en adquirir este hábito. Pero no desconfiemos por eso, amigo.