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Y siendo ansí juntas las tales gentes, repartió su obra entre los tales caciques, mandando á unos que acarreasen piedra tosca para los cimientos, y á otros que trujesen barro el que les pareciese, que fuese bueno é pegajoso; con el cual barro é piedra tosca mandó hacer los cimientos de los tales edificios, sacándolos de cimiento, que era el cimiento y asiento de ellos desde donde topaban con agua, para lo cual mandó que se edificasen de piedra tosca é barro pegajoso, á fin de que si el agua entrase por ellos, no fuese parte á deshacer é comer este barro; porque, como ya os dijimos, todo lo más del asiento de la ciudad eran ciénegas é manantiales de agua; todos los cuales manantiales mandó que fuesen tomados é repartidos de tal manera, que á las casas de la tal ciudad fuesen por sus caños y hechos fuentes para el servicio y proveimiento della.

Más de diez veces les habló Martí a fuerzas cubanas en guerra y siempre les dejó la mente en alto y el alma contenta. ¡Todavía viven algunos de los que oyeron a caballo y con la mano a la cintura su elocuencia arrebatadora: todavía viven algunos de los que le vieron sin cansancio y sin fatiga andando con el rifle al hombro por las montañas agrias, por los pedregales ásperos, por los ríos creídos, por las ciénegas espantables.

Ya en tierra, cargados como bestias, subieron los espinares y pasaron las ciénegas y cruzaron ríos crecidos y subieron cumbres, hasta que dieron con la guerrilla baracoana de Félix Ruenes «hombre de consejo y moderación» como lo llamó Martí, y a quien la gloria le crece ya sobre la sepultura.

El rio, como para revelar mejor el carácter salvaje de la región que le rodea, se hace mas perezoso en su marcha, y léjos de profundizar su cauce, se bifurca en multitud de brazos, se ensancha á veces como un pequeño mar interior, escondiendo sus aguas entre el follaje de las selvas seculares; levanta en su camino un enjambre de islotes pintorescos; y haciéndose mas ingrato por la abundancia de sus insectos venenosos, la ferocidad de sus terribles caimanes, la ardentía de sus playas calcinadas por un sol devorador, y la absoluta soledad de sus vueltas y revueltas, sus ciénegas y barrancos de salvaje tristeza, revela que allí no ha fundado el hombre su poder, que la humanidad no ha tenido todavía valor para entrar en lucha con esa emperatriz de los desiertos que se llama Naturaleza!