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Actualizado: 15 de junio de 2025


13 Mas si no me lo supiereis declarar, vosotros me daréis las treinta sábanas y las treinta mudas de vestidos. Y ellos respondieron: Propon tu enigma, y lo oiremos. 14 Entonces les dijo: Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura.

Pero este devorador ovíparo, de amplia reproducción, continuaba el peligro mundial, hasta que intervenía otro monstruo tan ávido en sus apetitos como pobre en sus procreaciones, cortando de golpe la fecundidad siempre renaciente del Océano.

Luchando entonces el infeliz Marcilla entre el pundonor de caballero, la delicadeza de cortesano, y el fuego devorador de su pasión y de los celos, reconvino por última vez a Isabel diciéndola: «¿No consideras que sino fuera yo tan cortesano, tomara lo que te pido a la fuerza, matando a tu esposo y mi enemigo?

El rio, como para revelar mejor el carácter salvaje de la región que le rodea, se hace mas perezoso en su marcha, y léjos de profundizar su cauce, se bifurca en multitud de brazos, se ensancha á veces como un pequeño mar interior, escondiendo sus aguas entre el follaje de las selvas seculares; levanta en su camino un enjambre de islotes pintorescos; y haciéndose mas ingrato por la abundancia de sus insectos venenosos, la ferocidad de sus terribles caimanes, la ardentía de sus playas calcinadas por un sol devorador, y la absoluta soledad de sus vueltas y revueltas, sus ciénegas y barrancos de salvaje tristeza, revela que allí no ha fundado el hombre su poder, que la humanidad no ha tenido todavía valor para entrar en lucha con esa emperatriz de los desiertos que se llama Naturaleza!

Narada entonces habló así con Agni, dios del fuego, devorador de la ofrecida hostia, conductor alado del holocausto: ¡Oh, que te ocultas en el seno de los seres todos, que sin ti no serían, escúchame, Agni, que animas el universo.

Sin haber nacido cruel, mi corazon no amaba las criaturas vivientes, hubiera querido encontrar una horrible soledad, pero no formarmela yo mismo; queria ser como el salvage Simoun que solo habita el desierto, y cuyo soplo devorador no trastorna sino una mar de aridas arenas en donde su furor no es funesto a ningun arbolillo: no busca la morada de los hombres, pero es muy terrible para los que vienen a arrostrarlo.

Yo, un hombre dado al estudio, una verdadera polilla de biblioteca, un hombre ya en el declive de sus años, que empleó los mejores de su vida en alimentar su afán devorador de saber, ¿qué tenía que ver con una belleza y juventud como la tuya?

Avanzan devorando todo lo que encuentran a su paso: arañas, grillos, alacranes, sapos, víboras, y a cuanto ser no puede resistirles. No hay animal, por grande y fuerte que sea, que no huya de ellas. Su entrada en una casa supone la exterminación absoluta de todo ser viviente, pues no hay rincón ni agujero profundo donde no se precipite el río devorador.

Todo mal afligió a la humanidad en aquel terrible tiempo: poder arbitrario, el más cruel y exento de remordimientos; un fisco triturante, que al fin exterminó la riqueza; pestilencias, que llegaron a ser endémicas y despoblaron provincias enteras, y, para coronarlo todo, una serie de invasiones de hordas bárbaras que pasaron sobre los países como un fuego devorador.

Y así, no podía inclinarme a creer que tan gallarda historia hubiese quedado manca y estropeada; y echaba la culpa a la malignidad del tiempo, devorador y consumidor de todas las cosas, el cual, o la tenía oculta o consumida.

Palabra del Dia

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