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¿Cómo...? ¿Qué es eso...? ¿Qué hace usted aquí? El secuestrador trató de acercarse sonriendo de un modo horrible. ¡No se acerque usted o le tiro una piedra a la cabeza! dijo la heroica joven haciendo ademán de bajarse a cogerla. Elena viéndose libre se dio a correr hacia casa, dejando a su infeliz cuñada en las garras del monstruo. ¡Germán! ¡Germán! iba gritando . ¡Germán, un secuestrador!

Creyó ver el rostro noble y triste de su compañero Torrebianca, é inmediatamente quiso hacer un movimiento negativo y echarse atrás, repeliendo á Elena... No podía traicionar á un camarada. Era innoble proceder así, estando bajo el mismo techo que el otro y separado de él solamente por unos tabiques. Luego se vió á mismo y vió á Celinda, cuando marchaban los dos alegremente por el campo.

Elena, en cambio, prevenida contra él, lo acogió con toda la gravedad de que era susceptible su temperamento infantil y bullicioso. De suerte que equilibrándose por el esfuerzo ambas naturalezas vinieron a producir resultados análogos. Mas no se pasó mucho tiempo sin que la distinta condición de ambas recobrase sus derechos.

Su estatura elevada, su cuerpo fornido y la boina que le cubría la cabeza le daban un aspecto completamente vasco. Elena observó con sorpresa que no había envejecido poco ni mucho; ni una cana más; la misma o mayor frescura en la tez; igual marcha decidida y ligera. ¡Qué diferencia con ella, tan flaca, tan estropeada!

Una duquesa, tres condesas, una marquesa y dos vizcondesas; además las de Domínguez y las de Mínguez, emparentadas con lo más elevado e inaccesible de la aristocracia española. Araceli estaba en sus glorias. Empezaba a perdonar a Elena su obscura estirpe en gracia de los muchos títulos que ya acudían a sus martes.

Elena y Clara, que ya eran amigas, lo fueron en seguida muchísimo más y aunque la una tenía catorce años y la otra diez y ocho se trataron como si no mediase tal diferencia, a lo cual ayudó la disparidad de sus caracteres; la una era más niña, la otra más mujer de lo que reclamaban sus respectivas edades.

Antes de que hubiese llegado a la puerta, sus labios murmuraron alegremente: ¡Elena, Elena, hija mía, mi querida niña! ¡Me quedo, me quedo! ¡No me separaré de ti mientras viva! La señorita de Bruinsteen estaba sentada delante de una mesa y copiaba pasajes de un libro.

It would seem that, on leaving the University about 1582, he became Secretary to the Marqués de las Navas and that for four or five years he led in Madrid a dissolute life, writing verses and frequenting the society of actors and of other young degenerates like himself and enjoying the favor of a young woman, Elena Osorio, whom he addressed in numberless poems as "Filis" and whom he calls "Dorotea" in his dramatic romance of the same name.

Al fin Reynoso la cortó jocosamente advirtiendo que les esperaba el almuerzo. Núñez se despidió. Durante el almuerzo Tristán se mostró tan taciturno que Clara, sorprendida y dolorosamente impresionada, no apartaba de él los ojos. Reynoso y Elena se dirigían miradas furtivas, sonriendo unas veces, otras sacudiendo la cabeza con señales de enfado.

Algunas veces se me había ocurrido el pensamiento de que mi hermana podría hallarse destinada por nuestras desgracias á entrar en alguna familia rica en calidad de preceptora: hice entonces juramento, sea cual fuere el porvenir que nos estuviera reservado, de dividir con Elena la más pobre boardilla, el pan más amargo del trabajo, antes que dejarla sentarse al festín envenenado de esa opulenta y odiosa servidumbre.