United States or Bulgaria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Empezaban á retirarse los parroquianos más trasnochadores del boliche, cuando llegó Robledo ante la casa ocupada por Elena. Subió con pasos quedos la escalinata, llamando discretamente á la puerta después de unos instantes de vacilación. La puerta se abrió al poco rato, asomando á ella Sebastiana, sorprendida por este llamamiento cuando iba á acostarse.

Ensalzaba con orgullo el poder seductor de su esposa; pero la realidad se sobrepuso muy pronto á esta admiración. Volverán dijo con tristeza . Se han ido, pero volverán mañana... También Elena ha visto á ciertos amigos poderosos que inspiran á los periódicos ó tienen influencia sobre los jueces.

Elena no pudo menos de sentir un poco de malestar mezclado de miedo. Esta mala impresión se disipó al cabo en el curso de la comida. La alegre conversación y el vino hicieron efecto en su cerebro volátil. Todos la colmaban de atenciones y de mimos.

Luego permaneció frente a ella inmóvil como una estatua, sumida en profunda meditación. Elena, sin levantar los ojos, sentía sin embargo su mirada, adivinaba los contrarios pensamientos que luchaban en su mente y su corazón latía dentro del pecho hasta dejarse oír.

Luego pasaron al salón, quedando los tres inmóviles, mientras Elena continuaba su canto como si no los hubiese oído llegar.

Aquella pequeña y tersa frente de estatua griega sentía su sombra y se obscurecía. Elena dejó escapar un suspiro, apartó sus ojos extáticos del horizonte y se alzó del asiento. Miró el reloj de la chimenea: eran las once. Tomó el quitasol y bajó al parque.

Te contaré mi viaje en la próxima carta. Adiós. Elena al Padre Jalavieux. 30 de octubre. Hemos vuelto a París, mi buen señor cura. Unas cuantas borrascas de lluvia y de viento nos han hecho temer por la salud de mi padre, y hemos dejado la «Villa Sol» a la que el sol no visitaba ya casi nunca.

El señor Laubepin, cuando fuí recientemente á París, para abrazar á mi hermana, me agradeció con una viva sensibilidad el honor que hacía á los compromisos que por había contraído. Valor, Máximo me dijo: dotaremos á Elena. La pobre niña no carecerá de nada, por decirlo así.

Las noticias de las atrocidades cometidas en Bélgica con las mujeres le merecían igual fe que los avances del enemigo anunciados por Elena. «La niña, Marcelo... ¡la niña!» Y el caso era que la niña, objeto de tales inquietudes, reía con la insolencia de su juventud vigorosa, al escuchar á la madre: «Que vengan esos sinvergüenzas.

En esto ve Cirilo un carro de bueyes que había venido a traer madera. «¡Eh, buen hombre! ¿Quiere usted llevarnos al Sotillo?» «Por allí tengo que pasar; amóntense ustedes.» ¡En un carro de bueyes! exclamó Elena. Tristán se excusó de no haberles visto aunque había venido en el mismo tren.