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Despidióse de sus amigos, que los tenía muchos y muy buenos; prometióles que el verano siguiente sería con ellos, si enfermedad o muerte no lo estorbase; dejó con ellos la mitad de su alma, todos sus deseos entregó a aquellas secas arenas, que a él le parecían más frescas y verdes que los campos Elíseos.

Cien magníficas farolas alumbraban la plaza del arco del Triunfo; están encendidos todos los faroles que se extienden, en dos líneas simétricas, hasta el jardin de las Tullerías; veo á lo léjos tres variados grupos de luces, como si fuesen otras tantas hogueras: eran los tres cafés cantantes de los Campos Elíseos; veo tambien profusamente iluminada la puerta del baile de Mabille, del castillo de las flores.... Esto no es un paraje público, no es un paseo; es un teatro; más que un teatro, una especie de encantamiento.

Encuentro en los Campos Elíseos. A las ocho de la mañana estamos en la plaza de la Concordia, con el fin de tomar el ómnibus que á las ocho y media parte para Versalles, haciendo escala en Sevres.

Le manifestaré mi agradecimiento por sus bondades con este su antiguo servidorPero el propietario, que era mejicano y conocía á su gente, no pensó un momento en volver á un país donde los capataces se convierten en generales. Se sentía mejor cerca de los Campos Elíseos, aunque tuviera que recurrir á préstamos y trampas para compensar las rentas que ya no llegaban del otro lado del Océano.

En el hotel de los Campos Elíseos, doña Mercedes tenía que buscarla muchas veces en las caballerizas, donde permanecía entre palafreneros y cocheros, hablando con una autoridad profesional, mientras vigilaba el cuidado de los animales. Luego, al subir al salón, su cabellera suelta esparcía un fuerte olor á cuadra.

Sus ojos tomaron un brillo agresivo al recordar á doña Mercedes confinada en los Campos Elíseos con su corte de sotanas y mostrándose en público únicamente para la organización de obras devotas. ¡Quería matar de hambre á su única hija!... Y como Miguel sonriese ante este grito colérico, ella explicó sus quejas. No me da casi nada; una miseria: medio millón.

Habitaban un hotelito propio en las inmediaciones de los Campos Elíseos, y poseían dos estancias en la provincia de Buenos Aires, a más de la gran casa de comercio en la capital, que dirigía un antiguo dependiente convertido en socio.

Los que poseían algún dinero estaban obligados á emprender una peregrinación de tienda en tienda ó formar cola á la puerta de los Bancos para cambiar un billete. ¡Ah, la guerra! ¡La estúpida guerra! En mitad de los Campos Elíseos vieron á un hombre con sombrero de alas anchas, que marchaba delante de ellos lentamente y hablando solo.

El Louvre y las Tullerías por un lado, con la plaza de la Concordia, la primera del mundo, los Campos Elíseos, dichosos y afortunados jardines que no tienen rival por el otro, el palacio de los Diputados, Notre-Dame, Santa Capilla, el Instituto, etc., etc.

Teniamos noticia de tres cafés cantantes: el de la Francia musical, hácia el bulevar de la Buena Nueva; el de Moka, en la calle de la Luna, y el del Concierto, calle de Montmartre. El más importante es el de la Francia musical, exceptuando los tres que hay abiertos en los Campos Elíseos, durante el verano, y adonde no podriamos ir, teniendo pensado asistir á la Opera.