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Entonces nuestro héroe ya manifestó impaciencia, y despidiéndose de sus amigos, se dirigió al galope a la esquina de la calle de Angulema que da a los Campos Elíseos. Detúvose en aquel sitio, consultó el reloj, y viendo que señalaba la una, se apeó, dejó el caballo a cargo del criado, adelantose hacia la casa ante cuya fachada se había detenido tres horas, y llamó a la puerta.

En los mismos Campos Elíseos, aparte de sus jardines, bosques y palacios, cuéntanse innumerables cafés, fondas, salones de baile y todo lo que idearse puede: tambien adorna el citado paseo el Circo de la Emperatriz, de sólida y esbelta construccion. Hay tambien muchas sociedades de baile donde las sueltas y alegres modistas danzan con los estudiantes.

¡Si me reprendes, no diré una palabra más! dijo Diana recogiendo su libro que se le había caído al suelo. Sin embargo, después de un corto silencio, repuso, temiendo haber contrariado a su prima: Cuando estemos en París ¿quieres que salgamos juntas? Iremos a tomar el lunch al Palacio de los Campos Elíseos, y a probarnos sombreros, y a ver los modelos del incomparable Doucet, ¿quieres?

Pero habrá juegos de mil suertes diferentes, como en toda Europa... habrá jardines públicos donde se baile; más en pequeño, pero habrá sus Tivolis, sus Ranelagh, sus Campos Elíseos... habrá algún juego para el público. No hay nada para el público: el público no juega.

La brisa de la noche tomaba una frialdad invernal al deslizarse por el interior de la construcción. La bóveda recortaba las aristas de sus extremos sobre el difuso azul del espacio. Instintivamente volvieron los tres la cabeza para lanzar una mirada á los Campos Elíseos, que habían dejado atrás.

Desde dentro del jardin de las Tullerías, alcanzábamos á ver en dos filas simétricas los muchos faroles de gas que alumbraban los campos Elíseos, hasta el mismo arco de la Estrella, presentándose á nuestros ojos aquellas dos filas como dos columnas flotantes de fuego.

Y una tarde empezó á recibir la admiración del mundo, moviendo sus acharolados pies con altos tacones, su talle encorsetado por el ceñido chaquet, su cabeza de brillante laca con el pelo rígido y echado atrás, bajo las lámparas eléctricas de un hotel de los Campos Elíseos.