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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Diome a mí gran risa de ver en lo que ponía la soldadesca, y eché de ver que era algún picarón gallina, porque ya entre soldados no hay costumbre más aborrecida de los de más importancia, cuando no de todos. El ermitaño le dijo: -Y ¿dónde dejó V. Md. el saco de Amberes, que ese me parece de las Navas-, y que sería de más abrigo el de Amberes.
Aun cuando no has mostrado intranquilidad, o quizás por eso mismo, lo eché de ver en seguida. Es muy grande y muy extraordinario lo que me pasa; te amo con el mismo cariño que profesabas a mi hija y ahora veo que hacía muy bien en quererte y que tú eras digno de ella. ¿Verdad que no se puede vivir sin su presencia? Ya verás cómo nos entenderemos; pero no quiero que te suicides. Pero si...
Es cierto, entró; pero no pasó de la saleta que corresponde á la galería; allí estaba yo, su majestad le vió, pero desde detrás del tapiz de la puerta de la cámara; ese caballero no conoce á su majestad; yo misma le dí la carta que os llevó, yo misma le eché fuera de palacio; ese caballero no ha vuelto á pisar á palacio desde anoche; dicen que anda mal entretenido... lo que importa poco... añadió disimulando mal su despecho doña Clara.
No es feo... exclamó la abuela acercándose y retirándose la fotografía a los ojos para ver sus diversas expresiones. Me gusta esta expresión enérgica, esos ojos francamente abiertos, esta boca medio sonriente... Tiene hermosos cabellos... y buen bigote... Sí, no es feo... Mira, Magdalena. No eché más que una ojeada a la fotografía, que representaba, en efecto, un buen mozo.
Leyó el papel que en tales confusiones y en tal pelea con su razón la ponía, doña Guiomar a su doncella, y esta, sonriendo a lo picaresco, empero con el gracejo de sus pocos años y de su doncellil belleza, la dijo: ¿Pues hay más, sino que yo arremeta al rodrigón García, y le tome prestado un traje, y me pinte, y en blanca nieve convierta lo negro de mis cabellos, y de García acompañada, y de muchacha trocada en rodrigón viejo, a esas calles de Sevilla me eche, y busque, y averigüe, y con vuestro enamorado me tope, y le arme una trampa en la que caiga antes de que en el empeño, que a él pudiera costarle caro y a vos, se meta?
¿La calle del Humilladero? dijo el trapero, incorporándose y haciendo con el gancho ciertos movimientos semejantes á los que hace con su varilla un director de orquesta. Esa calle está ... Voy á darle á usted una receta para que la encuentre en seguida. Pues eche usted á andar ... y vaya mirando con atención los letreros de todas las calles. ¿Sabe usted leer? Sí, señor dijo Clara.
Apoyé la cabeza sobre una de aquellas vetustas piedras y me eché a llorar. ¡Ah! pensaba, cuánta razón tenía mi cura, al decirme, hace mucho tiempo, mucho, que no se discute con la vida, sino que se le sufre! Toda mi lógica no vale nada ante las circunstancias. ¡Qué triste es, Dios mío, qué triste es verse tratada como una chiquilina sin importancia!
Aquí tenéis dos sueldos por barba, que no debiera dároslos, sino dos puntapiés á cada uno; y decid á la patrona que os eche un trago, que yo pago. Todos contemplaban y oían con interés al veterano, quien apenas aplacó la sed apurando un enorme cubilete de estaño lleno de cerveza, volvió á tomar la palabra: Y ahora, á cenar, ma belle.
Por él, volvería dentro de una hora. «Amiguita, usted no puede estar mucho tiempo sola, porque esa cabeza se pone a trabajar... Como usted no me eche, aquí me tendrá otra vez esta tarde». Y volvió cerca de anochecido trayendo un ramo de flores, y poco después fue un mozo de cuerda con dos o tres tiestos.
A las dos de la tarde me anclé en la parte del N: inmediatamente echè la vasijería en tierra, y con ella hice un corral provisional para encerrar los caballos que compré, y seguì la feria.
Palabra del Dia
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