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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Continuamente parecíame que alguien me llamaba en la escalera... Y además, ¡una fiebre, una sed! Nadie hubiera sido capaz de hacer que yo bajara... ¡Me daba tanto miedo el difunto! Sin embargo, hacia el alba me animé un poco. Llevé a mi compañero a su cama, le eché la sábana encima, recé algunas oraciones y en seguida fui a hacer señales de alarma.

Mi suegro saqueaba a sus huéspedes tan concienzudamente que, si hubiera tenido tres hijas más que casar, se habría hecho millonario. A eso llamaba él «resarcirse de los gastos de la boda». Eché una ojeada al salón de baile.

Ya me daba a un tufillo que este don Juan no caminaba tan derecho como Dios manda y al rey conviene. Verdad que hay en él un aire de tuno que no es para envidiado, y que no me entró nunca por el ojo derecho a pesar de sus zalamerías y dingolodangos. Y cuando el virrey que ha sido su amigote me intima que le eche la zarpa, ¡digo si habrá motivo sobrado!

Escrito habéis una carta á vuestro tío el duque de Lerma, y entregádola á Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor del rey, á fin de que al duque la lleve. El señor Francisco, contra su voluntad, y bien inocente por cierto, no puede llevar esa carta al duque, é importa que el duque no eche de ver la falta de esa carta.

Esperaré ocho días; entretanto, usted reflexiona. Si, para entonces, usted no me escribe: «He cambiado de idea», queda convenido: vendré a pedirla a sus padres. Pero pese bien el pro y el contra, antes de decidirse; no se eche de cabeza en su desgracia.

¡Válame Nuestra Señora! -respondió Sancho, dando una gran voz-. Y ¿es posible que sea vuestra merced tan duro de celebro, y tan falto de meollo, que no eche de ver que es pura verdad la que le digo, y que en esta su prisión y desgracia tiene más parte la malicia que el encanto? Pero, pues así es, yo le quiero probar evidentemente como no va encantado.

Que no viene... Usted se convencerá, usted lo verá... Al tiempo... Pues al tiempo. Que no, hombre, que no. Si hasta que venga el Príncipe no le llevan a usted a su ramo, menudo pelo va usted a echar... Si no se trata aquí de que yo eche pelo ni de que no eche pelo manifestó D. Basilio incomodándose un poco y mostrando el palillo deshilachado.

El brillante fuego le daba a la vieja estancia, con sus colgaduras fúnebres, un aspecto alegre y confortable que contrastaba con la fuerte helada exterior, y no teniendo deseos de dormir todavía, me eché en una silla de brazos y senteme a reflexionar profundamente.

Basta que cualquier hombre mal intencionado aparente amor á su hija, para que la madre se embobe y lo eche todo á pique. Cree que va á labrar la felicidad de aquella criatura que tanto ama, y labra su desdicha con un afan que raya en frenesí.

266 Pero no aguardaron más y se apiaron en montón; como a perro cimarrón me rodiaron entre tantos; ya me encomendé a los santos, y eché mano a mi facón. 267 Y ya vide el fogonazo de un tiro de garabina, mas quiso la suerte indina de aquel maula, que me errase, y ahi no más lo levantase lo mesmo que una sardina.

Palabra del Dia

condesciende

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