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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Las dos amigas volvieron a reanudar su conversación. Doña Manuela, con aire maternal, daba consejos a la desconsolada esposa: ella, en lugar de Teresa, daría un disgusto al esposo infiel echándole en cara su conducta.... ¿Que no se atrevía? Pues esto es lo que ella hacía con el difunto doctor Pajares.... En fin, cada una tiene su carácter.

¿Qué os pasa, arquero? gritó Roger corriendo tras él y echándole mano al coleto. ¿Á dónde váis? Á Munster. ¡Suelta, muñeco! Pero ¿qué váis á hacer allí? Meterle seis pulgadas de hierro á tu hermanito en la barriga. ¡Cómo! ¡Insultar á una doncella inglesa y azuzar los perros contra su hermano! Pues ¿para qué tengo yo esta espada?

Cuatro y tres, dijo Tristán con voz de bajo profundo. Venga el capacete. Y ahora te lo apuesto contra tu coleto, arquero. ¡Apostado! Pero como siga la mala racha voy á llegar al castillo en camisa. ¡Voto á sanes! Bonita facha para un embajador. ¡Hola! gritó levantándose apresuradamente al ver á Roger y echándole los brazos al cuello; mira quién nos ha caído de las nubes, recluta.

El delirio de la fiebre turbó su cerebro; parecíale que las olas del mar se le acercaban, cual enormes serpientes, retirándose de pronto y cubriéndole de blanca y venenosa baba; que la Luna le miraba con pálido y atónito semblante; que las estrellas daban vueltas en rededor de él, echándole miradas burlonas.

Se deshace con él en obsequios y atenciones; y, siempre que mi padre trata de hablarle de amor, le pone a raya echándole un sermón dulcísimo, trayéndole a la memoria sus pasadas culpas y tratando de desengañarle del mundo y de sus pompas vanas. Confieso a Vd. que empiezo a tener curiosidad de conocer a esta mujer; tanto oigo hablar de ella.

Al lado del joven daba salida el albañil a su lenta verbosidad, con voz bronca y monótona. No podía hablar con los compañeros de trabajo; estaba en desacuerdo con ellos; le insultaban por reaccionario, por borrego, echándole en cara sus tiempos de guardia civil.

María se levantó, y echándole los brazos al cuello, le dijo al oído con el rostro encendido de rubor: Quiero decir, tonta, que si te avinieses a hacer el oficio de las doncellas de Santa Isabel, yo imitaría a la santa esta noche. Genoveva comprendió vagamente; pero todavía preguntó: ¿Qué oficio?

Después se le quita la piel y la parte grasa, y se pincha mucho con una aguja gruesa, poniéndole a cocer dos horas y media o tres con dos partes de vino blanco y una de agua, echándole hierbas aromáticas. Se saca y seca bien, rociándolo de jerez y azúcar; se redondea bien y se mete en un molde a propósito, prensándolo en el mismo molde, envuelto en un paño.

Prevenía sus deseos, echándole agua en el vaso, alargándole los entremeses, el pan, todo lo que pudiera serle agradable, haciendo seña al criado para que le sirviese vino cuando advertía que sus copas estaban vacías, con esa oportunidad desembarazada, elegante, del hombre educado en la cumbre de la sociedad.

El alcalde de las patillas blancas, que hasta entonces había guardado silencio, sin levantar la cabeza del plato, alzola ahora con sorpresa, y echándole una mirada de sorna y cólera al mismo tiempo, le atajó diciendo: ¡Compare, no diga uté por ahí que le han tomao por un torero, porque le van a dar un tiro!

Palabra del Dia

condesciende

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