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Actualizado: 28 de junio de 2025
A pesar de esto, Fortunata se ponía tan nerviosa que no podía pegar los ojos en toda la noche, durmiendo algunos ratos de día. El enfermo no iba ya a la botica, ni mostraba deseos de ir a parte alguna, pareciendo caer en profunda apatía y reconcentrar toda su existencia en el hervidero callado y recóndito de sus propias ideas.
Estando durmiendo una noche en casa de su padre, prorrumpió de repente en gritos y ahullidos, que parecía de mentada, y echando los ojos hacia el techo, con grande espanto, decía á su padre: Mira, mira, que vienen los diablos á llevarme consigo al infierno y saltando de la cama, quería huir, mas su padre la detuvo.
Interesábase mucho por el curso del tiempo, que hasta entonces no la había preocupado. Preguntaba con ansiedad cuántos días faltaban para llegar a Río Janeiro, como si hubiese permanecido durmiendo y al despertar surgiese en su recuerdo la imagen de alguien que la estaba esperando.
Mientras acontecían, en sueño o en realidad los poco ordinarios sucesos que quedan referidos, la Princesa Venturosa, fatigada de tanto llorar, estaba durmiendo tranquilamente, y aunque eran ya las ocho de la mañana, hora en que todo el mundo solía estar levantado y aun almorzado en aquella época, la Princesita, sin dar acuerdo de su persona, seguía en la cama.
-Ya te entiendo, Sancho -le respondió don Quijote-; que bien se me trasluce que las visitas del zaque piden más recompensa de sueño que de música. -A todos nos sabe bien, bendito sea Dios -respondió Sancho. -No lo niego -replicó don Quijote-, pero acomódate tú donde quisieres, que los de mi profesión mejor parecen velando que durmiendo.
Sin tropezar, por el conocimiento perfecto de la casa, avanzó por los corredores hasta llegar a la puerta del gabinete azul. En aquel momento el gran reloj del comedor dio una campanada. No supo a qué hora pertenecía esta media. Acercó el oído a la cerradura y estuvo un rato escuchando sin percibir ruido alguno. Indudablemente Joaquina estaba ya durmiendo.
Era demasiado trabajo para un hombre solo. ¡Si al menos tuviera un hijo!... Buscando ayuda, tomaba criados, que le robaban trabajando poco, y finalmente los despedía, al sorprenderles durmiendo dentro del establo en las horas de sol.
Debía entregarles la llave del camarote inmediato y seguir durmiendo, si tal era su gusto... Inútil resistir, pues llegaba al frente de un ejército de héroes... ¿Se hacía el sordo? ¡A la una!... ¡a las dos!... Y los héroes cayeron con todo el empuje de sus cuerpos sobre la puerta del camarote vecino, para echarla abajo y libertar a la dama. «No tema usted, princesa: no grite.
Hablamos cuatro palabras nada más; y volví y me colé en la casa; y me hice amigo de la tía y hablamos; y una tarde salió el picador de entre un montón de banastas donde estaba durmiendo la siesta, todo lleno de plumas, y llegándose a mí me echó la zarpa, quiero decir, que me dio la manaza y yo se la tomé, y me convidó a unas copas, y acepté y bebimos.
Señora, no levante usted escándalos, que están durmiendo los huéspedes; ni me haga perder más tiempo. Ya le explicaré más tarde. Y salió la duquesa, dejando encerrada a Felicita. Novillo murió una hora después. Antes de morirse, llamó por señas a la duquesa, y ya con lengua moribunda, dijo: Felicita... perdón... no casarme... amado, amo... muero... amo... ella.
Palabra del Dia
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