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Actualizado: 1 de mayo de 2025


A otra insinuación de su Provincial, mientras estaba reduciendo al gremio de la iglesia gran número de infieles, dejando al punto aquella grande obra, pasó á las Reducciones del Uruguay, como si dijéramos, de un cabo del mundo al otro, pues distaban éstas más de mil y doscientas leguas de las otras donde estaba; y un viaje de veinticuatro horas, volvió á desandarle, por obediencia, en veinticuatro días.

Voy a conducir a ustedes ahora a una linda y pequeña ciudad de Argelia, a doscientas o trescientas leguas del molino, para que pasen allí el día... Esto nos hará cambiar un poco de tantos tamboriles y cigarras... ...Amenaza lluvia; el cielo está gris, la bruma envuelve las crestas del monte Zaccar.

¿Cuántas personas podrán estar sentadas? Por lo menos, doscientas. Perfectamente. La música del pueblo, ¿será exacta? Á los postres, es decir, á eso de las nueve, empezará á tocar. Seremos treinta y dos á la mesa. ¿Habrá espacio para todos? El jefe de cocina asegura que cabrían cincuenta. Entonces, todo está bien. triunfas; pero has jugado una partida muy arriesgada.

Los establecimientos nocturnos copiaban los títulos de Montmartre; pero si en una sala parisién danzaban cincuenta parejas, en la de Berlín bailaban doscientas; si en una parte se destapaban diez botellas, en la otra eran cien; y si en los bulevares había batallones de mujeres sueltas, en la metrópoli germánica podían formarse cuerpos de ejército con las hembras en disponibilidad.

La gran campana de Nuestra Señora de Paris, la mayor que hay en Francia, pesa treinta mil libras, ó sea mil doscientas arrobas. Como la María de Sevilla, sólo deja oir su voz grave y solemne en los grandes sucesos, ó en las grandes festividades. Pero aún no he hablado de una de las curiosidades más notables que se encuentran en este curiosísimo monumento.

Pero el efecto que le produjo su lectura fue muy otro de lo que se había supuesto. Cuando hubo hojeado el notario las primeras doscientas páginas, y visto desfilar ante sus ojos la serie lamentable de ligaduras, amputaciones, resecciones y cauterizaciones, dejó caer el libro y se echó en una butaca, apretando los ojos con horror.

No obstante el mandato del Rey, no fué obedecido de todos los españoles, porque algunos se fueron entre los Moxos, doscientas leguas distante de San Lorenzo, y embarcándose en una pequeña embarcación en el río Mamoré, entraron por la boca del río Marañón en el Oceano, y con no poca ventura, llegaron á Europa; otros se quedaron en los Chiquitos, y al pie de una montaña fabricaron un pueblecillo á quien llamaron San Francisco, junto al cual está hoy fundada la Reducción de San Francisco Xavier.

Poldy recordaba también haber leído que, allá en América, cuando un cacique bisoño, que no había hecho aun cosa de provecho, se encontraba de manos a boca con otro cacique veterano, enemigo suyo, y célebre autor de doscientas mil ferocidades, y acertaba a darle tan terrible golpe con la macana que le derribaba y vencía, la fama toda del cacique veterano se trasladaba al cacique bisoño, y hasta era general creencia que en el bisoño se transfundían los bríos y la audacia del veterano, sobre todo si el bisoño le bebía la sangre o se le comía, crudo o guisado, después de haberle muerto.

34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; que ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. 35 Y habiendo dicho esto, tomando el pan, dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiendo, comenzó a comer. 36 Entonces todos teniendo ya mejor ánimo, comieron ellos también. 37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.

El honor se puede aprender, si no en doce, en cien o en doscientas lecciones. Todo es cuestión de tener algún dinero para ir a una sala de esgrima. Por mil pesetas uno puede llegar a hacerse un caballero perfecto, a condición de que uno no esté demasiado viejo ni demasiado gordo, ya que el honor también tiene edad, peso y estatura.

Palabra del Dia

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