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Doscientas, ó mas piezas se sacaron De aqueste asalto, y guerra Guayracana; Algun tanto con esto reposaron Los indios de la tierra comarcana: Los nuestros con contento celebraron El triunfo de victoria tan galana, Y

¡Mil doscientas pesetas, Tomás! decía a su hijo, un chicarrón silencioso a quien no interesaba gran cosa lo que no fuese su jardín . ¡Mil doscientas pesetas, cuando yo he conocido a la catedral con más de seis millones de renta! ¿Para qué hay con eso? Malos tiempos nos esperan, y si yo fuese otro, os dedicaría a un oficio, a cualquier cosa, fuera de la Primada.

Navegaron cosa de doscientas leguas hacia la laguna Mamoré, donde, dejadas las canoas, se metieron por la espesura de los bosques para no caer en manos de los Guaycurús; y tomando el camino hacia el pueblo de San Rafael de los Chiquitos, consumidos de los trabajos y de la hambre, llegaron, con mucha dificultad al dicho pueblo, y dieron las noticias que yo aquí he referido.

Estando en forma de penitente se leyó su sentencia con méritos, abjuró de levi; y advertida, reprendida y conminada, fue condenada en doscientas libras, desterrada por un año en una Villa con confinación en el Reino, pena de doscientos azotes.

Estando en forma de penitente con vela verde en la mano y soga de esparto al pescuezo, se le leyó su sentencia con méritos, abjuró de levi, fue gravemente advertido, reprendido y conminado y condenado en tres años de Galeras y doscientas libras.

El día que menos, se mataban doscientas o trescientas arrobas; el dinero circulaba como una bendición de Dios, y los que, como Antonio, guardaron buena conducta e hicieron sus ahorrillos, se emanciparon de la condición de simples marineros, comprándose una barca para pescar por cuenta propia. El puertecillo estaba lleno.

Las que viven en los bosques de la cadena del Himalaya dan doscientas cincuenta libras de carne, sin contar el peso del caparazón, que es respetable; pero las más grandes son las llamadas elefantinas, que se encuentran en África, en el canal de Mozambique, en la isla de Madagascar y en las de la Reunión y Borbón.

En mi larga carrera he contribuído á separar más de doscientas parejas que se adoraban y á los cuales sus padres han probado que no podían vivir juntos! Entonces, ¿me secundarás? ¿Puedes dudarlo? ¡Ah! eres un verdadero amigo.... Y sin embargo, no has parecido creerlo. Si hubieras entregado Herminia á mi hijo.... No volvamos á eso, interrumpió Clementina con fastidio; ya no es tiempo.

Leyósele su sentencia con méritos, abjuró de levi, fue condenado en destierro de esta Ciudad y confinación en la Isla a arbitrio del Tribunal, y en doscientas libras, advertido, reprendido y conminado. Pedro Juan Aguiló de Pedro, mercante de oficio, natural y vecino de esta Ciudad, de edad de cuarenta años, reconciliado y preso segunda vez por judaizante.

Pero he aquí que su esposa, no poco confusa porque le conocía bien, vino a anunciarle que faltaban mil doscientas pesetas para pagar las flores de la quinta del Pilar, y su hija Araceli, menos confusa pero también un poco asustada, le manifestó que aún restaba por abonar al joyero una pequeña cantidad.