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Actualizado: 18 de mayo de 2025


¡Anda, bestia, anda, que siempre has de servir de payaso en todas partes! Y a empujones lo fué sacando del salón. La buena señora, que venía disfrazada con dominó y careta, luego que le dejó en la antesala con orden expresa y terminante de irse inmediatamente a casa, se volvió a meter en el centro del baile, donde tenía un asunto de importancia que resolver, como luego veremos.

Son los primeros días de otoño; los balcones están cerrados; el viento mueve un leve murmullo en el jardín; poco a poco van llegando los socios a su recreo de la noche; brillan las lámparas eléctricas. Estos socios, unos juegan a los naipes; otros, al dominó juego muy en predicamento en provincias , otros charlan sin jugar a nada.

Y del fondo de su espíritu caviloso y triste salió un grito que dominó todas las emociones, todas las ideas y deseos. ¡Vivir! Vivir, vivir de cualquier modo que fuese; vivir sin placeres, porque el vivir es el mayor de todos.

En tal estancia se prohibía el estridente dominó, y allí se juntaban los más serios y los más importantes personajes de Vetusta. Allí no se debía alborotar porque al extremo de oriente, detrás de un majestuoso portier de terciopelo carmesí, estaba la sala del tresillo, que se llamaba el gabinete rojo. En este había de reinar el silencio, y si era posible también en la sala contigua.

El calor le habrá hecho a usted daño le dijo el joven con una emoción que en vano trató de dominar; y si se quitase un momento el antifaz... La desconocida rehusó de nuevo, limitándose, para respirar con más desahogo, a echar hacia atrás la capucha de su dominó, que le cubría la frente. Arturo vio entonces una hermosa cabellera negra, que caía en rizados bucles sobre la espalda.

Marta se apresuró a ver quién era la que llamaba a la puerta, y volviéndose inmediatamente a la joven, le dijo: Elena, es Mariana, la cocinera; tu madre me ordena que baje en seguida contigo. ¿Mi madre nos llama? exclamó la joven . Dios mío, ¿qué irá a suceder? La viuda no estaba menos asustada, pero se dominó, y dijo con aparente tranquilidad: ¿Por qué palideces, pobrecilla? Yo voy contigo.

Reprimiose, sin embargo, doña Guiomar, dominó su corazón, contuvo las lágrimas que a los ojos se la salían, serenose, y dijo a Florela: Y bien mirado, ¿qué es de todo esto lo que a me importa?

Involuntariamente juntó las manos. Un gran deseo de purificación la dominó; y en este generoso arranque que subía desde lo más íntimo de su alma, como un mar de ternura, reconoció una semejanza con la irradiación suntuosa y triste que derramaba el cielo sobre las deformidades viles de la tierra, reflejando la visión de aquella luminosa sierpe de púrpura que había pasado como un prodigio bajo sus ojos atónitos.

Sin embargo, supiste arreglar a la hija del Rato... Adiós, adiós... ¿Qué tal, Sinforoso? ¿Cuándo te dan la mano de Cipriana?... Bien te hacen penar, hombre. ¿Por qué no los amenazas con pasarte otra vez al Saloncillo? Había muchas señoras con dominó negro, que eran las que daban estas bromas, demasiado vivas a veces. La mayor parte de ellas eran viejas.

En el tresillo, en el gabinete de lectura, en el billar, en las salas de conversación, de dominó y ajedrez, había siempre las mismas personas, los aficionados respectivos; pero el cuarto del crimen era el lugar donde se reunían todos los oficios, todas las edades, todas las ideas, todos los gustos, todos los temperamentos.

Palabra del Dia

bagani

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