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Actualizado: 11 de julio de 2025
Con disgustarse y criarse hiel en el estómago, ¿qué se consigue?... Aquí me tienes a mí. El mes pasado perdí un barco... Todo el mundo venía a consolarme creyendo que estaba desesperado. Yo les contestaba: Es verdad que perdí el Juanito; pero, y si hubiera perdido la Carmen, ¿no sería mucho peor? Pues lo mismo pude perder uno que otro, porque los dos estaban en la mar.
Felizmente, hacía ya tiempo que Tristán no se mostraba celoso sino por fugaces intervalos. Si en la calle, en los tranvías o en los teatros la miraba demasiado algún hombre solía disgustarse y aun enfurecerse, pero todo aquello pasaba pronto con la ocasión que lo producía.
Voy a hablar de algunos de nuestros mosquitos más distinguidos. Conviene de vez en cuando sacudirse las moscas. Divídense en cuatro grandes familias a cual más perversa y endemoniada. La primera es la de los mosquitos sentimentales, que son los de apariencia más inofensiva, aunque en realidad haya motivo para guardarse bien de ellos. Tienen un zumbido dulce y quejumbroso, que al principio no molesta gran cosa, pero que llega a hacerse insoportable. De estos mosquitos, algunos empiezan a disgustarse de la vida así que entran a cursar la segunda enseñanza; salen generalmente suspensos en los exámenes, reciben innumerables coscorrones del jefe de la familia y se enamoran perdidamente y en secreto de una mujer de treinta años. Hasta aquí sus estragos no pasan del círculo de la familia; mas al llegar a los diez y seis años comienzan a hacer coplas amargas como la hiel, inspiradas por lo común en La desesperación de Espronceda, un estúpido y obsceno poema fabricado por algún estudiante de medicina para deshonrar el nombre del ilustre poeta. Estas coplas se escriben con lápiz mientras los papás se figuran que está allá en su cuarto enfrascado en el estudio, y sólo son admiradas de algún amigo discreto que recíprocamente presenta a su admiración otras coplas no menos amargas. Tal vez que otra estas coplas, que ruedan por los bolsillos de los pantalones hasta que se pudren, caen en manos de la mamá al tiempo de coser o acepillar la ropa: la mamá, claro es, no sabe lo que aquello significa, pero corre a mostrárselo al papá, ¡y aquí fue Troya!
Respetaba las virtudes un tanto agresivas de fray Anselmo, aprobaba la gravedad de don Fernando y doña Brianda, reía de las ocurrencias de Guy, enamorábase de las gracias de doña Inés... Y también se sentía entre ellos, que una tarde llegó hasta disgustarse seriamente con una broma del vizconde...
Al fin y al cabo esto no vale la pena de disgustarse; pero ¡ah! que mi hijo está en la edad de las ilusiones, que son para él lo que para mí las realidades. Acaso el sentimiento secreto que en él adivino procede de este desengaño sufrido.
Cuando un hombre llega a disgustarse de la vida; cuando rompe el vínculo de afectos que le unen a la sociedad; cuando, en fin, llega a dudar de todo, o por mejor decir a no creer en nada... cuando se hace excéptico... Un excéptico es la calumnia viviente. Un excéptico es con suma facilidad malvado. Dejé de ver a Amparo. Y, sin embargo, el recuerdo de Amparo estaba fijo, siempre fijo en mi alma.
Luego negarán que existe una Némesis que traba y destruye las intenciones de los hombres. Yo escribiría este drama. Pero el señor Novillo es amigo y podría disgustarse.» Escribiría aquel drama y otra porción de dramas tomados de la realidad. Y la realidad de Apolonio, por entonces, no traspasaba los límites de la Rúa Ruera.
La displicencia con que Millán y Leocadia comenzaron a mirarse, perdió con esto importancia a los ojos de Pepe: su verdadera preocupación fue la conducta de Tirso, y llegó a disgustarse tanto, que su amada Paz lo echó de ver en seguida.
He castigado con la locura a los que estaban detenidos por sabios, los gefes inhabiles han sido proclamados por mi, dignos de gobernar el mundo ... los mortales empezaban a disgustarse de los tiranos, se atrevian a pensar por si mismos, a poner los reyes en equilibrio, y a hablar de la libertad, que para ellos es el fruto vedado... Pero esta tarde ... montemos en nuestras nubes.
«Corriente, pero aquello de disgustarse de todo era poco divertido. ¿Qué iba él a hacer mano sobre mano un verano entero sin baños, ni bromas en las aguas de Termasaltas?». «Y quedaba el rabo por desollar. La cuestión de salvarse o no salvarse. Aquello era serio.
Palabra del Dia
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