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En el primer acto azotan los ángeles en el teatro á San Jerónimo. En el segundo aparece San Dámaso en pomposa procesión, rodeado de obispos y cardenales; después viene una escena en que clérigos disfrazados y con armas recorren las calles de Roma en demanda de aventuras nocturnas; á la conclusión baja San Mercurio del cielo, y mata de una lanzada á Juliano el Apóstata.

Celosos del decoro de la sociedad y del buen nombre del partido, algunos oradores denunciaban á los infames que, disfrazados con el nombre de liberales, iban á corromper á aquella asamblea, á hacer vergonzosos tratos en nombre del Rey, á comprar la elocuencia exaltada y á promover alborotos que no tenían otro objeto que desprestigiar el liberalismo y dar armas á la reacción.

Respecto á la explotación de los trabajos de otros poetas, mostró Matos Fragoso tan poco escrúpulo como Moreto. Algunas de sus comedias son sólo imitaciones ó reformas de otras antiguas, ya olvidadas en su tiempo, haciendo alarde en tales casos de mucho tacto y buena crítica al apropiarse las obras ajenas. Así, el fundamento de una de sus comedias más célebres, El villano en su rincón, es otra de igual título de Lope de Vega, de la cual se conservan escenas enteras. Matos ha incluído en la suya lo mejor de la de Lope; y como este drama más antiguo es, con toda propiedad, la imagen de una vida tranquila, para oponer la grata medianía de un labrador, descrita con bellos colores, á la de los reyes, lo dramático, propiamente dicho, aparece en último término; no así en El villano de nuestro poeta, que, conservando la lozanía y encantadora serenidad del idilio, enlaza el plan de la primera con intereses más importantes para nosotros, y que imprimen mayor unidad á todas las escenas. Indiquemos, pues, su argumento. Alfonso el Sabioquien Matos sustituye en lugar del rey de Francia) y uno de sus caballeros de corte, llamado Don Gutierre, conciben un amor entrañable por Beatriz, bella hija del rico labrador Juan, y, sin conocer ninguno de ellos la pasión del otro, se presentan disfrazados en la casa de labor del padre.

Llegada la noche, desamparan los indios el convento de la Merced, se libraron en él D. José Caballero, D. José Lorzano, y D. Manuel Puch, por la diligencia de un religioso: pero creyendo el comendador que los sediciosos incendiarian la iglesia, por esta causa les obligó á salir á una casa que les tenia destinada, disfrazados en traje ordinario.

Amén de estos recreos al pormenor, y los que no se puntualizan aquí, porque no hay para qué puntualizarlos, la sociedad tenía otros en común, como ciertas algaradas de estruendo, ora en el Hipódromo en los días de carreras, ora en la del Prado y de la Castellana, disfrazados los socios de canes lanudos, y amontonados y latiendo en sus perreras, en las tardes de Carnaval.

Pero éste le contuvo: «Franco-tiradores disfrazados, que van á recibir su castigoLas bayonetas alemanas se hundieron en sus cuerpos. Después, una culata cayó sobre la cabeza de uno de ellos... Y los golpes se repitieron con sordo martilleo sobre las cápsulas óseas, que crujían al romperse.

El siglo XVI, más atrevido, creíalos todavía «diablos disfrazados de hombreindignos de ser tocados más que con el arpón. Cada día se hacían más raros, cuando á algunos descreídos pasóles por la imaginación especular con ellos conservándolos y enseñándolos. ¿Nos ha quedado siquiera algún resto, alguna osamenta de ellos?

A que no me digan exclamó Bringas amostazado . Eso no cuela, eso es patraña. Aquí hay algún intríngulis. Y es verdad lo que usted dice, esa no es canalla, lo repito, esa no es canalla; son caballeros... disfrazados.

Algunas veces venían disfrazados con el precioso manto de la galantería, del buen tono... pero en el fondo, ¡siempre, siempre la misma grosería! Miguel, con un silencio discreto, procuró llamar la atención hacia . Después se mostró también ardiente partidario del amor ideal, de la vida sencilla.

Eran jóvenes de Palma que después de recorrer la ciudad disfrazados de berberiscos pensaron en «la francesa», avergonzados sin duda del aislamiento en que la tenían las gentes. Llegaron a media noche, turbando con sus canciones y guitarreos la calma misteriosa del convento, haciendo aletear medrosos a los pajarracos albergados en las ruinas.