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Federico y el médico se apartaron, dirigiéndose a una de las entreabiertas ventanas. Retiré el anillo del Rey que tenía en mi dedo y lo puse en el suyo. He procurado llevarlo con honra, señor le dije. No puedo hablar mucho repuso con voz débil. He tenido una viva discusión con Sarto y el General, quienes me lo han dicho todo.

Era una niña que subía sola, y cantando, por la calle de Segovia, dirigiéndose á la Morería. Clara vió con asombro que la niña, sin cesar de cantar, subía la cuesta y trepaba, encontrando una vereda entre tantos escombros. Se levantó é intentó seguirla. La niña no la vió y marchaba delante muy alegre, al parecer.

Obdulia, dirigiéndose a los atónitos caballeros, hizo ademán de retorcer el pescuezo a su víctima y gritó triunfante: ¡Yo misma! ¡he sido yo misma! ¡Así a todos los hombres!... «¡Era Obdulia! ¡Obdulia! Luego no estaba la otra».

Es verdad, hombre; tiene gracia que seas quien me lo recuerde. En marcha. Luego añadió, dirigiéndose al sacerdote músico: Don Luis, su misa es a las ocho. Ya hablará después de sus cosas con Gabriel. Ahora, a la obligación. Hay que sacar para los postres, como usted dice, ya que en estos tiempos del demonio apenas si da el cargo para comer.

En una palabra, amiga mía dijo Amaranta dirigiéndose a doña Flora . Ante una persona tan de confianza como el Sr. D. Pedro, puede usted dejar a un lado el disimulo, confesando que las ternuras y patéticas declaraciones de este joven no le causan desagrado. Jesús, amiga mía exclamó mudando de color la dueña de la casa , ¿qué está usted diciendo?

Se le oía pasear en el vestíbulo. Ha sospechado que estás aquí, dijo Zoraida, pero es de todos modos un atrevimiento. Y dirigiéndose a la sirvienta: Dile que no estamos para nadie, que hay enfermos. Adriana se hincó de rodillas y escondió el semblante entre las ropas de la cama. ¡Ahora lo sabremos todo! dijo Laura con resolución.

Y declaro, señores, que esto último no es mío sino del Divino Maestro. ¡Pero es admirable! exclamó el señor gordo. ¿Entiende usted, misia Medea? agregó dirigiéndose en voz baja a mi tía. No, señor don Higinio, pero yo también lo encuentro admirable como usted.

¡Mírala! exclamó con burlesca gravedad dirigiéndose al enfermo . ¿Es ésta la misma que quieres? ¿No te la cambiaron?... Dale, pues, la mano, tonto. ¿Qué haces ahí, contemplándola con ojos espantados?...

En esto, cruzando por entre tenderetes y puestos, llegó frente a la calle de la Pasión. El letrero que indicaba el nombre de la calle estaba precisamente colocado en una casa baja, de revoque amarillo. «No ha mentido» pensó Paz y, dirigiéndose al aya, la dijo, con acento que no admitía réplica: Párese Vd. aquí conmigo.

Parece que debió de inclinarse a este último partido, porque alzó los hombros y dijo sonriendo a uno que entraba a la sazón en el despacho: Oiga usted, Nieto: este señor desea que le busquen a «una tal Paca». Y recalcó mucho las últimas palabras, lo cual no me hizo muy buena sangre. ¿Para qué? preguntó el empleado que entraba, dirigiéndose a .