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Actualizado: 16 de junio de 2025


-No hará la mar tal cosa que lo tengo yo eso muy apurado -me respondió-, y no hay que tratar; fuera de que yo tengo pensada una invención para hundir la mar por aquella parte doce estados. No lo osé replicar de miedo que me dijese que tenía arbitrio para tirar el cielo acá abajo. No vi en mi vida tan gran orate.

El padre Aliaga comprendió que el cocinero mayor estaba bastante asustado para que fuese necesario asustarle más, y que seguir asustándole sería dar motivo á que no dijese una palabra con concierto. Vamos, vamos; no os he hecho venir... Perdone vuestra señoría; me han traído preso. Pues bien, no os he mandado prender para manteneros preso, sino para que viniérais. No pretendo haceros mal alguno.

Y Azorín estaba tomando tranquilamente un refresco cuando ha visto que estos obreros se le acercaban y decían: Señor Azorín, nosotros le conocemos a usted... y desearíamos que nos dijese cuatro palabras. ¿Estos hombres quieren que Azorín les diga cuatro palabras? ¡Azorín, orador! Esto es enorme. Azorín ha protestado cortésmente; los obreros han insistido con no menos cortesía.

Don Quijote le comunicó su pensamiento, y le rogó preguntase luego a su mono le dijese si ciertas cosas que había pasado en la cueva de Montesinos habían sido soñadas o verdaderas; porque a él le parecía que tenían de todo.

Y don Quijote rogó a Pedro le dijese qué muerto era aquél y qué pastora aquélla; a lo cual Pedro respondió que lo que sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar, con opinión de muy sabio y muy leído.

Tenía noticia por sus primos y por algunos amigos del mal estado de la hacienda de su tío; pero se asombraba de que éste nada le dijese ni hallase en sus actos algo que acusase la ruina de que se hablaba.

Y no es esto lo peor. Lo peor es el poco o ningún caso que le hacen aquí a una. Todavía no tengo en Madrid persona con quien hablar. Allá en el pueblo, ¡qué delicia! Salía yo a la calle y no había perro ni gato que no me dijese: «Dios guarde a su merced; adiós, ama Teresa. ¿Cómo lo pasa usted, señora?», y otras cosas por el estilo.

-Con todo eso, querría -dijo Sancho- que vuestra merced dijese a maese Pedro preguntase a su mono si es verdad lo que a vuestra merced le pasó en la cueva de Montesinos; que yo para tengo, con perdón de vuestra merced, que todo fue embeleco y mentira, o por lo menos, cosas soñadas.

Me pareció leer un poco de despecho en los ojos de Luciana; y como todo lo que atestigua el amor gusta al que ama, aquel despecho me resultó agradable. La Condesa Vannier creyó que debía defenderme y habló de misión de confianza, de joven doncella sin protector, de lealtad, de delicadeza, de honor y otros lugares comunes, que todo el mundo tenía en la mente antes de que ella los dijese.

Si usted la dijo esas palabras con el duro acento que usted me las refiere, ¿no pensó usted que el odio que usted manifestaba tener a Zakunine debía inspirarle miedo?... ¿No era natural que se dijese que, a pesar del respeto que usted la tenía, su afecto por ella disminuiría ante la idea de que en el hecho pertenecía al Príncipe? ¿Y qué contestó?... Vérod había inclinado la frente.

Palabra del Dia

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