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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Lita contestó muy seriamente: ¿Prefieres entonces, para casarte conmigo, que yo siga enferma, clavada en mi silla como los pajaritos embalsamados en los sombreros de mamá? ¡Oh, no, niña, no! afirmó Ramón con toda su alma. Prefiero morirme. Se lo juro. No digas tonterías. Se hizo una pausa, que cortó Ramón, después de suspirar: Tengo algo que mostrarle, además del saltaperico, niña Lita... ¿Qué?

ELVIRA. ; pero ten advertencia Que no digas que yo quiero. SANCHO.

-Yo no me acuerdo de nada, Sancho -respondió don Quijote-; di lo que quisieres, como lo digas presto. -Pues lo que quiero decir -dijo Sancho- es tan verdad, que mi señor don Quijote, que está presente, no me dejará mentir. -Por -replicó don Quijote-, miente , Sancho, cuanto quisieres, que yo no te iré a la mano, pero mira lo que vas a decir.

No siento murmuró, moviendo su lengua con gran dificultad , no siento mas que el no verte... y que tal vez no volveremos a vernos nunca. ¡Feli de mi alma gritó Isidro , no digas eso; no lo creas, nena mía!... Volveremos a ser felices. Verás qué bien te tratan allí.

Por más que digas, a ti te gustan las novelas, las complicaciones, las situaciones escabrosas; tienes exactamente la fuerza necesaria para rozar las dificultades sin averías y bastante debilidad para saborear delicadamente las angustias. te procuras todas las emociones extremas, desde el miedo de ser un mal hombre hasta el placer orgulloso de reconocerte casi héroe.

Juan cogió a su mujer cual si fuera una muñeca, y le dijo: «Alma mía, tus sentimientos son de ángel; pero tu razón, allá por esas nubes, se deja alucinar. Te han engañado; te han dado un soberbio timo». Por Dios, no me digas eso murmuró Jacinta, después de una pausa en que quiso hablar y no pudo.

En tanto, don Quijote se encerró con Sancho en su aposento; y, estando solos, le dijo: -Mucho me pesa, Sancho, que hayas dicho y digas que yo fui el que te saqué de tus casillas, sabiendo que yo no me quedé en mis casas: juntos salimos, juntos fuimos y juntos peregrinamos; una misma fortuna y una misma suerte ha corrido por los dos: si a ti te mantearon una vez, a me han molido ciento, y esto es lo que te llevo de ventaja.

Y avísote que no digas nada a nadie, ni a los que con nosotros vienen, de lo que aquí hemos departido y tratado; que, pues Dulcinea es tan recatada que no quiere que se sepan sus pensamientos, no será bien que yo, ni otro por , los descubra.

¡Ten compasión, Pablo, de él y de ! exclamó la señora, mira, no iré a casa de Esteven, si no quieres; buscaremos por otro lado, volveré a casa de misia Petronila, correré la ceca y la meca... mismo, ¿por qué no sales y ensayas? ¡Hay que evitar, a todo trance, que Esteven vea el pagaré, a todo trance, Pablo!... No vendré a casa, sino cuando ya no pueda más; aunque sea de noche, no te alarmes... Y voy a pedirte una cosa: no digas nada a Quilito, que la ocasión no es de recriminaciones.

¡El demonio del capellanzote!... ¡Si pensará que está tratando con alguna pendanga!... ¡Sucio! ¡sucio! ¡suciote!... Ya se lo diré a tu madre, que cree que tiene un santo en casa... ¡Anda, anda con el santo! ¡No, las misas que digas que me las claven aquí!

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