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Actualizado: 26 de junio de 2025


Tristemente fue Luis hacia ella para verse agarrado por unos brazos que le apretaron convulsivamente y sentir una boca ardorosa que buscaba la suya, implorando perdón, al mismo tiempo que en una mejilla recibía la tibia caricia de las lágrimas. Di que me perdonas; dilo, Luis, y tal vez no me muera.

Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante? 22 Y trabando Samuel de Saúl y de su criado, los metió al cenadero, y les dio lugar a la cabecera de los convidados, que eran como unos treinta varones. 23 Y dijo Samuel al cocinero: Trae acá la porción que te di, la cual te dije que guardases aparte.

Indudable era que Pedro López había mascado raíz de lirio antes de lanzar aquellos suspiros confitados, que había modulado sus gritos de horror sobre aquellos trinos de Stagno: Voi parlate di patria E patria piu non è.

¡Qué poca memoria tienes! dice ella tratando de bromear. El domingo próximo es la fiesta de los tiradores. ¡Ah!... , es verdad. ¿No te alegra la idea de bailar conmigo? . ¿Mucho?... Di, ¿mucho? Mucho. Una sonrisa infantil anima su rostro pálido y abatido; sus dedos arrugan los encajes y los pedazos de tul; se deleita tocando ese tejido blanco y tenue.

Yo mismo le di la semilla á Pedro; yo mismo le indiqué cuándo debía sacarlas del vivero; yo mismo estuve una tarde entera ayudándole á plantarlas... ¿Cómo han espigado estas lechugas?... ¿Por qué han espigado estas lechugas? Y D. Primitivo movía la cabeza hacia adelante, hacia atrás, á la derecha y á la izquierda.

Yo he renunciado a todo hace tiempo, querido. Di lo que quieras y tómate el tiempo que se te antoje. Tímidamente y ruborizándose muchas veces, Mario le contó lo que le pasaba, rogándole con insistencia el secreto. Cuando terminó de hablar, Miguel permaneció grave y pensativo. Al cabo dejó escapar un leve bufido de desprecio. ¡Camarada, qué suegra te ha tocado!

Perdonen ustedes, no pueden ustedes entrar... les dijo don Anselmo, y les dio casi con la puerta en las narices. Y pude ver que uno de ellos levantaba el puño de la mano en actitud amenazante. En dos palabras di cuenta a don Anselmo de mi resolución de abandonar la casa. Vaya, vaya, ¿a usted también lo ha picado la tarántula?

Miss Florencia no movió un dedo siquiera. D. Carlos le tomó una mano y la llevó suavemente á los labios. Tampoco el aya hizo el menor movimiento. ¿No oyes, , no oyes? dijo entonces sacudiendo aquella mano. Soy yo. ¿Qué hay? repuso ella volviendo lentamente la cabeza.

¡No! dijo el maestro. ¿Pues no te di yo el cuchillo para eso? dijo la niña rápidamente. Me dio el cuchillo repitió el maestro maquinalmente.

Sus compañeros le aguardaban hacía rato para tributarle los elogios a que se había hecho acreedor; pero no acababa de aparecer. El más pequeño preguntó, al fin, tímidamente, al otro: Di, ¿qué le harían si le cogiesen chillando? Pues nada: le administrarían un poco de jarabe de bastón. El que había hecho la pregunta se estremeció levemente y guardó silencio.

Palabra del Dia

rigoleto

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