Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 24 de mayo de 2025


El ambiente era diáfano. Corría una brisa fina y helada, encajonada entre las paredes de la garganta. Los fugitivos marcharon un rato en silencio. Andrés, aturdido por la situación singularísima en que se había puesto, no estaba, sin embargo, disgustado.

La infeliz madre no creía tanta desventura; pero el lindísimo rostro de Celinina se fué poniendo amarillo y diáfano como cera; enfriáronse sus miembros, y quedó rígida y dura como el cuerpo de una muñeca. Entonces llevaron fuera de la alcoba á la madre, al padre y á los más inmediatos parientes, y dos ó tres amigas y las criadas se ocuparon en cumplir el último deber con la pobre niña muerta.

Este prurito extravagante llegaba a veces al absurdo de desear vivamente estar en muchas partes a un tiempo, en muchos pueblos, junto al mar y muy tierra adentro, en lo claro y en lo oscuro, en un país como en aquel suyo, donde había muchos prados verdes, pero también en una región seca, de cielo diáfano, sin nubes, sin lluvias.

El toldo nubloso se había replegado enteramente sobre el horizonte, mostrando al descubierto un hermoso cielo diáfano y azul, donde el sol nadaba altivo y encendido como nunca. El mar se desplegó ante los ojos de nuestros viajeros como una mancha azul, enorme, infinita, que cerraba por todas partes la esfera celeste para recoger su luz y su armonía.

Todo el paisaje, en la calma de la tarde abrileña, cantaba un hosanna de triunfo; y del celaje diáfano, de la vegetación lujuriosa, de las hiendas humeantes y de las glebas en oreo se alzaba en voz sin acentos, valiente y subyugadora, un férvido ¡aleluya! que a la niña de los ojos garzos le apresó el alma.

Ni desembarcamos tampoco, aunque nos detuvimos en Funchal un día entero. Cuando de allí nos alejamos, toda la hermosa isla de Madera, con su montaña cubierta hasta la cima de pomposos árboles, me parecía rico y gracioso canastillo de flores, que los Genios del mar sacaban al aire claro, al más diáfano ambiente, desde el fresco seno de las azules ondas.

Ligera pausa. Verdú mueve su cabeza suavemente para sacudir el dolor. Don Víctor se acaricia sus patillas blancas. Azorín mira a lo lejos, en el huerto, cómo giran y tornan las mariposas, sobre el follaje, bajo el cielo diáfano. Y Verdú añade: No, no, Azorín; todo no es perecedero, todo no muere... ¡El espíritu es inmortal! ¡El espíritu es indestructible!

La luz ya podía espaciarse libremente sobre su llanura húmeda corriendo leguas y leguas en un segundo, lanzando sus llamaradas a los últimos confines del horizonte o recogiéndolas de pronto en haz resplandeciente; ya podía jugar sobre las crestas espumosas de sus olas o besar tímidamente el espejo diáfano de las aguas o salpicarlo con menudo polvo de plata o dejarse caer desmayada con lánguido y voluptuoso estremecimiento que se perdía entre los pliegues de las olas.

Faltaba el lazo que nos unía. Entre aquel río, aquella Torre del Oro, aquellos bosques de naranjos, aquel horizonte diáfano de tintas brillantes y yo, no había nada ya de común. No era frente a estas cosas más que un curioso, un touriste, como ahora se dice; pero no tardaría en partir, acaso para siempre. ¡Partir!, ¡ay! No se rían ustedes.

Desde cualquier sitio en que se mire a la distancia, vese la atmósfera de la ciudad densa y cargada, y sólo el punto en que el observador se coloca parece limpio y diáfano, ofreciéndose en el explicable fenómeno de sobresaturación atmosférica el más vivo remedo del que los más padecen al considerarse a mismos en el centro de la verdad luminosa, mientras ven o creen ver a los demás obnubilados por las sombras del desacierto.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando