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De aquí la extrañeza, que tanto nos maravilla, de que en estas composiciones aparezca como iluminado todo el mundo real, y á la vez diáfano y claro, á fin de que surja el rayo oculto de la Divinidad de sus formas tan varias como infinitas; la historia antigua y la idolatría, lo pasado más remoto y lo futuro más tenebroso, la creación con todos sus portentos, los animales y las plantas, lo supremo y lo infinito de la existencia, y todos los movimientos del corazón humano, y los fenómenos espirituales, que forman los elementos y las combinaciones más sorprendentes é ingeniosas para celebrar el cristianismo en su símbolo más sagrado; y estas combinaciones, no obstante su carácter misterioso, son de una claridad que causan nuestro asombro.

El aire es tibio, el cielo casi diáfano... Allá abajo, al extremo del camino, yérguese un viejo fantasma de paredón, resto de algún vetusto templo.

El sol blanquea las quebradas de las montañas y hácelas resaltar en aristas luminosas; el cielo es diáfano; los pinos cantan con un manso rumor sonoro; los lentiscos refulgen en sus diminutas hojas charoladas; las abejas zumban; dos cuervos cruzan aleteando blandamente.

Después de las lluvias abundantes, las casas están desteñidas, las calles limpias; la carretera descarnada, con las piedras al descubierto. El azul del cielo parece lavado cuando sale entre nubes: es más diáfano, más puro.

¡De noche es un arcano...! Su diáfano elemento se cubre de millares refulgencias de luz; la brisa vaga fresca, reluce el firmamento, las olas en suspiros cuentan al manso viento historias que se pierden del tiempo en el capúz.

Jamás había visto el cielo tan diáfano ni el campo tan hermoso, jamás percibí tan grato el aroma de las flores ni más suave las notas del ruiseñor, jamás sentí mi cuerpo tan vigoroso y mi espíritu más lúcido. Pero ¡ay! el hombre es siempre un niño que persigue mariposas al borde de un abismo.

Salió de Santander al rayar el alba: el cielo diáfano, como pocas veces suele verse en aquella costa; la mar azul y rizada. Corría un viento fresco y ligero, que ensanchaba el pecho y abofeteaba las mejillas. Subió al puente con el capitán, que se reía de verle tambalearse y cogerse fuertemente a la barandilla, y desde allí contempló el espectáculo sublime de levantarse el sol en el mar.

Los bosques de naranjos y de limoneros, con fruto y con flor a la vez, embalsaman el aire. Los pintados pajarillos, las mariposas y las libélulas de resplandecientes colores esmaltan y alegran el ambiente diáfano. Por la noche, el cielo parece más hondo que en Europa, no negro sino azul, y todo él lleno de estrellas más luminosas y grandes que las que se ven en nuestro hemisferio.

Este se quitó el chambergo, miró al cielo estrellado y diáfano y después de un breve instante de silencio exclamó bajando la cabeza: , creo, don Lorenzo... ¿y usted no?... Yo no he pensado en eso todavía; pero puede ser que con el tiempo...

Se venía la noche precipitadamente. Los altos olmos recortaban aún con admirable pureza sus ramas en el fondo diáfano de la atmósfera; pero de sus copas caía sobre la carretera una sombra cada vez más espesa. La campiña había perdido el color, extendía en el horizonte sus lomos sombríos donde apenas resaltaban los toques amarillos de alguna heredad plantada de trigo.