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Actualizado: 15 de octubre de 2025
Una arrojaba su mantón al redondel; otra, por ser más, añadía la blusa y el corsé; otra llegaba a despojarse de la falda, y los espectadores agarrábanlas riendo para que no se arrojasen a la arena o no quedaran en camisa.
Solidez, firmeza, y peso: tal es lo que expresaba el reposado continente del General en la época á que me refiero, aun en medio de la decadencia que prematuramente se iba enseñoreando de su naturaleza; si bien puedo imaginarme que, en circunstancias excepcionales, cuando se hallase agitado por un sentimiento vivo que despertara su energía, que sólo estaba adormecida, era capaz de despojarse de sus achaques, como un enfermo de la ropa que le cubre, y arrojando á un lado el báculo de la vejez, empuñar de nuevo el sable de batalla, y ser el guerrero de otros tiempos.
En todo el día no se veía un rayo de sol, y los árboles, tras los cristales, agitaban tristemente las ramas, como queriendo despojarse de las últimas hojas. El ruido incesante de la lluvia sobre el tejado de cinc, la ausencia del sol y la falta de distracciones, ponían a los enfermos nerviosos, excitados. Les daban más a menudo ataques y se quejaban constantemente.
Rogelio y Serviodeo, despreciándolo todo, se entraron en el templo con ímpetu extraño, sin ablucion, sin despojarse del calzado inmundo, sin hacer acto alguno de los que el culto musulman impone.
Necesitaban matar al sacrílego. Ella se tenía también por una obra de arte viviente y quiso borrar el sacrilegio con la muerte. ¡Los crímenes intentados para despojarse de la vergüenza que latía en sus entrañas! ¡Los tormentos de la ocultación, la vida de placer seguida lo mismo que antes, pero con dolorosos esfuerzos para que no adivinasen su secreto!... Al regresar de las fiestas, librándose de la opresión que aplastaba su creciente exuberancia, eran las cóleras homicidas, los puñetazos locos sobre el globo de su vientre para aniquilar al rebelde que se empeñaba en vivir, el revolcarse sobre la alfombra con un histerismo homicida...
El Menut, con una fuerza nerviosa, jadeante el angosto pecho y trémulos los brazos, le había arrojado a la cabeza todo un montón de masa, y el mocetón, aturdido por el golpe, no sabía cómo despojarse de aquella máscara pegajosa y asfixiante. Le ayudaron los compañeros. El golpe le había destrozado la nariz, y un hilillo de sangre teñía la blanca pasta.
Los hombres respiraban unos momentos en la cubierta y encendían un cigarro antes de ir a despojarse de las prendas negras. Sonó de nuevo el repiqueteo de la campanilla y corrió Isidro a mirar por las ventanas. ¡Otra más!... Era su amigo don José, que, cubriéndose con las vestiduras sudorosas de sus antecesores, iba a decir la tercera misa ayudado por don Carmelo.
Tan complaciente era, que para entretener al sobrino no vacilaba en despojarse de su dignidad profesional, y las criadas oían sonar en el salón una guitarra y la voz de don Rafael cantando las cancioncillas de sus buenos tiempos de estudiante.
Desde entonces he tenido ocasión de ver, en otro clima distinto al de Francia, cómo disminuye la hostilidad repentinamente entre enemigos que acaban de despojarse de sus vestidos, con los cuales han adquirido la costumbre de verse y odiarse.
Así pues no es de extrañar que estas inclinaciones se extravien tan á menudo, conduciéndonos al error en lugar de la verdad; esto hace mas necesario el fijar los caractéres del sentido comun, que pueda servir de criterio absolutamente infalible. La inclinacion al asenso es de todo punto irresistible, de manera que el hombre ni aun con la reflexion, puede resistirle ni despojarse de ella.
Palabra del Dia
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