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Ocupados en este ejercicio mas propio de jimios que de seres racionales estaban los muslimes cordobeses, y la soberbia mezquita de bote en bote, cuando penetraron resueltamente en ella los dos cristianos Rogelio y Serviodeo.

Rogelio y Serviodeo, despreciándolo todo, se entraron en el templo con ímpetu extraño, sin ablucion, sin despojarse del calzado inmundo, sin hacer acto alguno de los que el culto musulman impone.

Dos eunucos cristianos, sin embargo, uno natural de Granada y otro venido del Oriente, llamados el primero Rogelio y el segundo Serviodeo, aquel monge y anciano, este mozo y de estado á nosotros desconocido, penetran denodadamente en la mezquita mayor un viernes, en ocasion de hallarse el templo todo lleno de gente allí congregada para hacer su azala.

Por lo tocante á Serviodeo, como natural de Siria, no hay la menor duda; y en cuanto á Rogelio es de creer que hablase aquella lengua, como casi todos los mozárabes españoles, cuando se arrojó á evangelizar á los mahometanos.

Hay quien ve en esta tradicion un recuerdo desfigurado de la historia de los santos mártires Rogelio y Serviodeo, que atrás dejamos referida, y no se nos alcanza en verdad por qué no ha de ser la memoria fiel de algun hecho auténtico no registrado por la historia; porque mas dificultad hay en acomodar á la tradicion el suceso de aquellos mártires, que ni estuvieron como cautivos dentro de la mezquita, ni en ella fueron martirizados, como no podia nadie serlo sin una violenta infraccion de las leyes alcoránicas, que en suponer desde luego que aquella columna hubiese pertenecido á otro lugar, que el cautivo hubiese sido atado junto á ella en alguna cárcel ó mazmorra, y que al tiempo de la reconquista, despues de purificada la mezquita y convertida en templo cristiano, hubiese sido trasportada al puesto que hoy tiene para dar culto á la imágen milagrosamente esculpida en su fuste.